El hombre se siente un extranjero. Este
exilio no tiene remedio, ya que está privado de recuerdos de una
patria perdida o de la esperanza de una tierra prometida. Este
divorcio entre el hombre y su vida, el actor y su decorado, es
precisamente el sentimiento del absurdo.
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Una sola cosa: esta espesura y esta
extrañeza del mundo, es el absurdo.
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Este malestar ante la inhumanidad misma
del hombre, esta incalculable caída ante la imagen de lo que somos,
esta "náusea", como la llama un autor de nuestros
días, es también el absurdo. Asimismo, el extranjero que viene en
pocos segundos a nuestro encuentro en el espejo, el hermano familiar
y sin embargo inquietante que volvemos a encontrar en nuestras
propias fotografías, es también el absurdo.
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(Albert Camus, Le mythe de Sisyphe,
Folio, Edición de 2004. Traducción de C. H.)