La vegetariana, de Han Kang (Editorial Rata, 2017).
¿Qué ocurriría si una mujer casada, ama de casa, decide un día dejar de comer carne? Podría no pasar nada. O sí. Podría pasar mucho. Porque depende de qué rol tenga esa mujer en la sociedad. Depende de lo que se espera de ella.
En esta novela podríamos entenderlo como: ¿qué ocurriría si en una sociedad violenta (sea Corea del Sur o sea cualquier país occidental) una mujer decide súbitamente hacer frente a esa hostilidad por la vía pasiva, es decir, pacífica?
La vegetariana trata sobre una mujer casada que complace a su marido, le prepara la cena todos los días y abre las piernas cuando él quiere entrar en ella. Es una mujer sumisa; sin embargo, un día decide dejar de comer carne y esto acarrea una serie de situaciones que cambian radicalmente el modo de vida de ella y de su marido y familiares. Porque su marido no entiende por qué su mujer modifica un hábito, un rol, tan repentinamente. Le genera dudas. Le entra miedo. Desconfianza. Y el problema es que nadie, ni siquiera los familiares de Yeonghye, la comprenden ni hacen esfuerzos por comprenderla. De hecho, se sienten ofendidos. Nadie le pregunta por qué ha tomado esa decisión. Es más, se sienten amenazados, tal vez porque esta decisión es un cambio que modifica un rol y cuestiona un código social que hasta ese momento, todos aceptaban. Pero, ¿cuál es el código?
Gran parte del interés del libro radica en su estructura: hay tres puntos de vista, tres narradores. Una protagonista. Sin embargo, y a pesar de las narraciones de los tres personajes (marido, cuñado y hermana), es el lector quien tiene que sacar conclusiones de lo que se narra. No hay muchas novelas que permitan este tipo de lectura.
La vegetariana es una novela sugerente, poética, política. En su interpretación está el mayor atractivo, si bien la lectura es por sí misma jugosa. Como en la narrativa de Kakfa, la sociedad que representa es violenta y acoge cómodamente comportamientos absurdos que perpetúan jerarquías donde los más débiles no tienen ningún atisbo de prosperar, de acercarse a una situación de cierta libertad. Por ello, Yeonghye, la protagonista, parece una zombie que pulula por entre sus familiares sin explicar lo que le ocurre, comportándose de una manera poco habitual, y por ello, provoca (especialmente en los hombres, especialmente en su marido y su padre) auténticas zozobras que les lleva a la desesperación, e incluso, a diferentes formas de violencia.
Para sus familiares, para la sociedad, Yeonghye está desequilibrada. Pero habría que cuestionarse cuánto tiene la sociedad de responsable para que esa persona sea considerada loca. Porque lo diferente puede ser rechazado hasta el punto de ser considerado como desequilibrado; depende de las relaciones de poder, de quién decide quién está loco, como ilustró hace décadas Foucault.
Como toda novela sugerente, puede leerse desde diferentes ángulos y por tanto, el lector podrá interpretar matices distintos, en función de sus percepciones; así, caben lecturas políticas o incluso psicoanalíticas. En todo caso, La vegetariana es una novela que no deja indiferente y que plantea cosas de difícil resolución. Es una novela kafkiana, y como tal, disimula la trama para sugerir otros calados: la indefensión de la mujer en la sociedad coreana, el asombroso machismo que lleva a los hombres a tratar a sus mujeres como objetos, la escasa capacidad de las mujeres para sentirse independientes y expresar sus emociones. Mujeres violadas dentro de sus matrimonios. Sumisas. Anuladas.
Libro valiente, necesario, bien traducido, raro, perturbador y por momentos, poético, publicado por una editorial valiente y necesaria.
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