Una tormenta hace girar
las aspas del molino
que salvajemente, en la
oscuridad de la noche, muele la nada.
Las mismas leyes te mantienen despierto.
La panza del tiburón gris
es tu débil lámpara.
Recuerdos difusos se
hunden en la profundidad del mar
y allí se petrifican
junto a extrañas columnas. Verde
de algas está tu muleta. Quien
se va hacia la mar
regresa líquido.
*
Cara a cara
El febrero lo vivo estaba
inmóvil.
Los pájaros preferían no
volar y el alma
roía el paisaje como un
barco
roza en el muelle al cual
está amarrado.
Los árboles nos daban la
espalda.
La altura de la nieve se
medía con juncos.
Envejecían las huellas de
pasos sobre el hielo.
Se derretía el lenguaje
bajo un toldo.
Algo llegó hasta la
ventana un día.
Se detuvo el trabajo, yo
levanté la vista.
Los colores ardían. Todo
se dio la vuelta.
El mundo y yo dimos un
salto el uno hacia el otro.
(Tomas Tranströmer, El cielo a medio hacer, Nórdica Libros,
2010. Traducción de Roberto Mascaró).
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