LA CHICA DE LA MOTOSIERRA
La chica de la motosierra sale de mañana y pasea despacio
los coches a la derecha
los árboles a la izquierda
Brota del agujero del amor con la empuñadura de su arma sobre la espalda
y sonríe a los mirlos
y da los buenos días a las espigas
La chica de la motosierra
pasea desde la orilla de sus años en busca de la silla de la esperanza
el motor en silencio
el acelerador hacia atrás
Hinca sus rodillas en el suelo solo tres o cuatro segundos
e implora al cielo que le aflojen las pinzas de la ropa
implora al cielo para que su cuerpo caiga lánguido
sobre el agua de algún mar lejano
implora al cielo que se encienda una luz
La chica de la motosierra
es solo un espejismo frágil y delicado
que se asoma por tu espejo retrovisor izquierdo
cuando detienes la marcha en un paso para cigüeñas
La he mirado como la que se mira hace solo seis años
y he sonreído
como la que sonríe dos veces en la misma semana a una promesa
La chica de la motosierra
ha pelado muchas patatas para el comienzo del año
y en su dedo pulgar
esconde los chispazos del cuchillo contra la piel
el escozor
el cansancio de las comas
la olla a presión de una condena
La chica de la motosierra no tenía una motosierra
no tenía ni siquiera un cactus
no tenía nada entre sus manos
nada distinto a un paraguas cerrado en un día de sol
y solo piensa
qué rápido se transforma el tiempo
a qué velocidad pasan las horas
y detrás de todos esos minutos siempre se encuentra escondida en forma circular
la palabra fin
y el segmento muerte
(Raquel Ramírez de Arellano, La cesta del lobo. Ya Lo Dijo Casimiro Parker. 2022).
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