¿Por qué los hombres bebían vino y las mujeres agua? ¿Por qué un sexo era tan adinerado y tan pobre el otro? ¿Qué influencia ejerce la pobreza sobre la literatura? ¿Qué condiciones requiere la creación de obras de arte? -mil preguntas me acosaban a un tiempo-. Pero yo precisaba contestaciones, no preguntas; y una contestación era imposible sin consultar a los eruditos y a los imparciales, que se han elevado sobre la disputa de lenguas y la confusión de estar en un cuerpo y han publicado el fruto de su razonamiento y de sus buscas en libros que se pueden conseguir en el Museo Británico. Si la verdad no está en los anaqueles del Museo Británico, ¿dónde, me pregunté, tomando una libreta y un lápiz, estará la verdad? Así pertrechada, así interrogativa y esperanzada salí en busca de la verdad.
(Virginia Woolf, Un cuarto propio, 1929. Traducción de Jorge Luis Borges).
