La antología de Caballo en el umbral de José Viñals, publicada recientemente, ha sido todo un descubrimiento para mí. Viñals es un poeta mayor y este libro, necesario, viene a corroborarlo. Hablaré en otro momento del libro, ahora me dispongo a mostrar algunos de sus excelentes poemas.
Caballo en el umbral de José Viñals
He acatado las voces. Soy miserable y bobo, tengo un lugar en el festín de la inmundicia.
La gallina dorada pone su huevo y se sacude el mundo acojinado entre las plumas.
El martinpescador atraviesa los ojos del pez ebrio de dichas genitales que iba confiado a desovar en los remansos.
En el verdín orinan las arañas, dejan sinuosas huellas cenicientas.
El poeta camina por la página como un rey sin alcurnia, escribe puntuaciones con un bastón hereditario y se sienta a peer sobre los márgenes.
El idioma, Job pustuloso, restriega sus espaldas en la corteza de la encina salvaje y hociquea en los lodos urinarios.
Dios-pájaro ululante de ciega llaga hiende los robledales y se estrella en el cielo; su voz queda temblando como un coágulo de tinta congelada bajo la rotativa que no imprime la página del alba, como un cangrejo a quien aplasta la llanta matutina del carro de basuras.
El abyecto mendigo lava su cara con el agua de lluvia que chorrea por la columna telegráfica y se seca la boca con un ala de alondra de sucio trapo amarillento.
La obediencia camina de rodillas como una monja asesinada.
El asco de mí mismo, feto emplumado, me remueve las vísceras.
Voy a ser vomitado, a vivir por asfixia, atragantado de jilguero.
*
Monté a mi caballo y me fui a recorrer el mundo. Por el ventanuco de una casa de adobe vi a una parturienta. En la cuneta vi una guitarra rota. A la entrada del bosque vi a una pequeña bruja -o lo que fuera- orinando sobre una rana viva. Ya no tengo tiempo de volver a mi país: soy demasiado viejo. ¿Qué haré con mis visiones?
*
Para cruzar la noche,
el gallo inventa magias.
No puede con su insomnio:
ha visto ya la luz.
*
No escribas el poema. No lo escribas, he dicho. Mira por la ventana: sólo son cuervos y hasta media decena de palomas. Y, por supuesto, gatos flacos y amarillentos. El parque en sí no es nada interesante.
No escribas el poema, sal a la calle. ¿Ves a ese hombre con sombrero sentado en uno de los bancos del paseo? Eres tú mismo con guantes negros, por el frío.
Ese hombre está muerto. ¿Ves tu libreta sobre la escarcha? Deja el poema o no te enterarás de tu silencio.
José Viñals, Caballo en el umbral (Antología poética. 1958-2006), edición de Benito del Pliego y Andrés Fisher, Editora Regional de Extremadura, 2010.
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