jueves, 20 de octubre de 2011

Ginsberg y Lorca, poetas de las multitudes



¿Qué tienen que ver Allen Ginsberg y Federico García Lorca? Mucho, pero sobre todo, ambos destilaban un desencanto que era también una visión trágica de la vida; el estadounidense además, siempre reconoció su admiración por el español, e incluso si leemos algunos libros de Ginsberg, como Aullido o La caía de América, podemos apreciar cierta influencia de Poeta en Nueva York, en el uso del lenguaje de raigambre surrealista con imágenes poderosas, en busca del extrañamiento, en la ruptura del lenguaje tradicional, así como una lectura crítica de la realidad más deshumanizada.
Esta foto, que muestra a un joven leyendo versos de Sanwiches de realidad de Allen Ginsberg en medio de una manifestación del movimiento “Occupy Wall Street” (el 15-M neoyorkino), me ha recordado a Lorca y sus poemas heridos sobre las multitudes y el Capitalismo.
Aún es pronto para saber hasta dónde llegará el descontento de la multitud que se siente agredida por un sistema tan poderoso como violento, sin embargo, resulta esperanzador que, ante tanta hipocresía y miseria, haya momentos para la poesía.
He aquí dos poemas de los dos poetas sobre América o Nueva York, es decir, el corazón de la enferma Occidente.
*
Panorama ciego de Nueva York
Si no son los pájaros
cubiertos de ceniza,
si no son los gemidos que golpean las ventanas de la boda,
serán las delicadas criaturas del aire
que manan la sangre nueva por la oscuridad inextinguible.
Pero no, no son los pájaros,
porque los pájaros están a punto de ser bueyes;
pueden ser rocas blancas con la ayuda de la luna
y son siempre muchachos heridos
antes de que los jueces levanten la tela.

Todos comprenden el dolor que se relaciona con la muerte,
pero el verdadero dolor no está presente en el espíritu.
No está en el aire ni en nuestra vida,
ni en estas terrazas llenas de humo.
El verdadero dolor que mantiene despiertas las cosas
es una pequeña quemadura infinita
en los ojos inocentes de los otros sistemas.

Un traje abandonado pesa tanto en los hombros
que muchas veces el cielo los agrupa en ásperas manadas.
Y las que mueren de parto saben en la última hora
que todo rumor será piedra y toda huella latido.
Nosotros ignoramos que el pensamiento tiene arrabales
donde el filósofo es devorado por los chinos y las orugas.
Y algunos niños idiotas han encontrado por las cocinas
pequeñas golondrinas con muletas
que sabían pronunciar la palabra amor.

No, no son los pájaros.
No es un pájaro el que expresa la turbia fiebre de laguna,
ni el ansia de asesinato que nos oprime cada momento,
ni el metálico rumor de suicidio que nos anima cada madrugada:
es una cápsula de aire donde nos duele todo el mundo,
es un pequeño espacio vivo al loco unisón de la luz,
es una escala indefinible donde las nubes y rosas olvidan
el griterío chino que bulle por el desembarcadero de la sangre.
Yo muchas veces me he perdido
para buscar la quemadura que mantiene despiertas las cosas
y sólo he encontrado marineros echados sobre las barandillas
y pequeñas criaturas del cielo enterradas bajo la nieve.
Pero el verdadero dolor estaba en otras plazas
donde los peces cristalizados agonizaban dentro de los troncos;
plazas del cielo extraño para las antiguas estatuas ilesas
y para la tierna intimidad de los volcanes.

No hay dolor en la voz. Sólo existen los dientes,
pero dientes que callarán aislados por el raso negro.
No hay dolor en la voz. Aquí sólo existe la Tierra.
La Tierra con sus puertas de siempre
que llevan al rubor de los frutos.
(Federico García Lorca, Poeta en Nueva York, 1929-1930).
*
Movilización en D.C.

Blanca luz solar sobre sudorosos cráneos
Monumento de Washington piramidales altas nubes de granito
sobre una masa-alma, niños chillando en el interior de sus cerebros en la silenciosa hierba
(hombre negro amarrado vestido con un mono azul colgando de una cruz de la Tierra)-
Brillantez de alma bajo cielo azul
Reunida ante la casa Blanca repleta de mostachudos Alemanes
y botones de policía, teléfonos del ejército, Zumbadores de la CIA, micrófonos del FBI
Walkie-talkies del Servicio Secreto, altavoces de intercom a la
Bofia de Narcóticos y los Especuladores de Terrenos de la Mafia de Florida.
Cien mil cuerpos desnudos ante un Robot de Hierro
El cerebro de Nixon cráneo Presidencial espiando con binoculares
desde el ala Este de la Fábrica del Smog de la Paranoia.
9 de mayo de 1970
(Allen Ginsberg, La caída de América, Visor, versión de Antonio Resines).

6 comentarios:

  1. Hola, Carletes,
    estupenda entrada. El primero de Lorca lo conocía. De hecho, he tenido varias ediciones de Poeta en Nueva York. De La Caída de América, de Ginsberg, me ha recordado a Aullidos, sobre todo la tarde del Club de Lectura, que hubo toda clase de opiniones y comentarios. Ni Ginsberg ni Lorca envejecerán nunca.
    Abrazos, H.

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  2. Hola Hyeronymus:
    La verdad es que me gusta más Aullido que La caída de América, aunque tienen puntos en común. De todas formas, es interesante cómo Ginsberg escribe a chorretones y con tantas imágenes. Y estoy de acuerdo, no envejecerán, todo lo contrario, siguen siendo "rebeldes" hoy en día.
    Un abrazo.

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  3. Muy buena conexión! Tampoco conocía el de Lorca. Te dejo si quieres una entrevista a Ginsberg que leí ayer: está genial
    http://www.theparisreview.org/interviews/4389/the-art-of-poetry-no-8-allen-ginsberg

    Te sigo asiduamente, un saludo.

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  4. Hola tok4yo:

    muchas gracias por el enlace de la entrevista, está muy bien.

    Por cierto, yo también te sigo y me gusta mucho tu blog.

    Saludos.

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  5. a propósito del post, releyendo hoy a Ginsberg me encontré con ésto, que viene a confirmar la relación:

    [...]
    ¡Qué duraznos y qué penumbras! ¡Familias enteras comprando por la noche!
    ¡Pasillos llenos de maridos! ¡Esposas en las paltas, bebés en los tomates! - y tú, García Lorca, ¿qué estabas haciendo junto a las sandías?
    [...]

    cita de 'Un supermercado en California', poema incluido en Aullido.

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  6. Sí, tok4yo, gracias... y además, qué buen poema!! Yo recuerdo alguna entrevista donde Ginsberg reconocía su gusto por Lorca.

    Un saludo.

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