Yo diría que no hay forma de arte que tenga tanto en común con el cinematógrafo como la música. Ambos afectan nuestras emociones directamente, no por vía del intelecto. Y el cinematógrafo es principalmente ritmo; es inhalación y exhalación en continua secuencia.
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Cuando el cine no es un documento, es sueño. Por eso Tarkovski es el más grande de todos. Se mueve con una naturalidad absoluta en el espacio de los sueños; él no explica, y además, ¿qué iba a explicar? (…) Fellini, Kurosawa, Buñuel se mueven en los mismos barrios que Tarkovski.
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Actualmente el clima cinematográfico en Suecia no es ni el pálido reflejo de su vitalidad a mediados y finales de los años sesenta. Las reacciones de autodefensa del poder establecido entre 1968 y 1970 contra los movimientos anticapitalistas de la sociedad sueca (con la ayuda de maquinaciones burocráticas contra los jóvenes cineastas de izquierda comprometidos en una acción crítica y la declarada codicia de las compañías comerciales), han destruido y alienado el cine sueco polémico y experimental o bien lo han neutralizado reduciéndolo a un nivel de mediocridad idealista y provinciana…
(Ingmar Bergman, edición de Juan Miguel Company, Cátedra, Madrid, 1999).
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