La tetería del oso malayo, de David Rubín (Ed. Astiberri, 2006).
Este cómic es sin duda una
de las sensaciones del final del año 2006, porque se trata de una gran novela
gráfica, tanto en su dibujo como en su guión. David Rubín es un joven autor
gallego que ya llamó la atención en varias revistas y fanzines del medio del
cómic como BD Banda, Dos Veces Breve, Barsowia o Fanzine Enfermo, cosechando
varios premios, como el Injuve 2006. En 2005 tuvo un muy buen estreno con su
primer álbum en Astiberri bajo el título de El circo del desaliento.
La tetería del oso
malayo, aun recopilando varias historietas
publicadas en Dos Veces Breve, y añadiendo algunas inéditas (como la extensa
“Las cosas que terminan por romperse” o “Antón en llamas”) alcanza aquí un gran
nivel de coherencia tanto narrativa como gráficamente, gracias sobre todo al
espacio significativo que supone la tetería regentada por Sigfrido, que sirve
como nexo común para dar vida a un sinfín de personajes, cada cual más
fascinante, cobrando un sentido casi mitológico, con tintes de raigambre
gallega. Además del indudable atractivo que mantienen todas las historias y la
rica polifonía de sus personajes, Rubín logra dotar un grafismo natural,
expresivo, con influencias del cine expresionista alemán (tanto en el trazo
como en la planificación), con un gran control del tempo narrativo, lo que
evidencia las cualidades de esta novela gráfica y de su autor. Pero por si esto
fuera poco, la poesía y el humor melancólico que emiten las viñetas (a veces ni
siquiera hacen falta las palabras), se funde perfectamente con los dibujos y
los personajes. Y es que las historias que se cruzan con la tetería del oso
malayo huelen a soledad, a desamor, a desencanto, pero también a cotidianidad,
a vida.
A nivel de la construcción
de personajes, es muy interesante la mezcla de humanos, animales y superhéroes,
tamizados con elementos cotidianos, lo que permite visualizar ciertos aspectos
de la vida cotidiana con mayor naturalidad, ya que el distanciamiento muchas
veces logra comprender algo que en otras circunstancias correría el riesgo de
evadirse, y me refiero a historias como la emocionante y rabiosa “Antón en
llamas”. Por otra parte, podemos encontrar influencias visibles –como en todo
joven autor-, asimilando influencias que van desde Frank Miller hasta Javier
Olivares, pasando por el nuevo cómic francés (Blutch, Sfar, David B), pero lo
cierto es que David Rubín se muestra como un gran dibujante de historias, con
una gran dosis de poesía, y con un resultado bastante personal.
Si ya en el prólogo Enrique
Ventura denomina “eximios poetas” a Miguelanxo Prado y Carlos Portela, yo me
atrevería (sin arriesgarme mucho) a añadir que David Rubín es ya un poeta, y
que, viendo su edad, esperamos que continúe deleitándonos con mucha más de su
poesía.
(Reseña publicada originariamente en las revistas Qubo y www.deriva.org).
Hola, Carletes,
ResponderEliminarinteresante material que nos traes. Por otra parte, encontré "El hombre en el umbral" en el Café Libros de la calle Los Tres Peces, 22, en Lavapiés. Cuando le dije a uno de los dependientes que te conocía, se quedó perplejo y sorprendido. No lo pude comprar porque no sabía el precio; pero, como tengo tiempo, este verano, me pasaré por Antón Martín para intentar comprar el ejemplar en este tipo novedoso de establecimientos.
Abrazos, H.
Hola Hyeronymus:
ResponderEliminarsí, material interesante. Aunque luego le he perdido un poco la pista a David Rubín, este cómic está realmente chulo, creo que hay mucho talento. Sobre la librería de Lavapiés y mi "hombre en el umbral", qué gracioso, ¿no? Creo que es una librería nueva... Pues la verdad es que me hace ilusión. Si lo lees, espero con ganas tus opiniones.
Un abrazo.