Hoy mismo ha salido un artículo
publicado en El País (ver aquí) sobre si tiene sentido matar el Boom
latinoamericano (Julio Cortázar, Mario Vargas Llosa, Carlos Fuentes, Gabriel
García Márquez, Guillermo Cabrera Infante, José Donoso, etc). Me llama la atención
las palabras vertidas de los distintos escritores que opinan que no tiene
sentido matar al padre, que el legado del Boom es grandioso. Pero, o el
artículo no está del todo bien orientado (ni mucho menos pretendo criticar a
ese gran periodista que es Juan Cruz) o me pregunto si los escritores citados entendieron el sarcasmo
así como la profundidad de la famosa frase de Witold Gombrowicz gritando:
“Maten a Borges” desde el transatlántico que lo devolvía a su Europa natal,
casi 25 años después de llegar a Buenos Aires. El alcance de esta frase se podrá entender si uno conoce
un poco no solo la obra del genial autor polaco, sino también algo de su
carácter provocador e irreverente. Bien es sabido, como algunos escritores han
demostrado (Ricardo Piglia, Juan José Saer, Enrique Vila-Matas) y no pocos estudiosos
de la literatura, que a Borges no le gustó la traducción española de Ferdydurke (ejercida por el propio Gombrowicz y ayudado por, entre otros, los cubanos Virgilio Piñera y Humberto Rodríguez Tomeu) y que rehusó publicar un fragmento de la novela en
la influyente revista Sur
arguyendo que estaba mal traducida. Más tarde, el tiempo quitó la razón a
Borges, cuando muchos escritores e intelectuales mostraron (y siguen mostrando)
su fascinación por dicha traducción y los efectos que esta tiene para el lector
en español. Incluso algunas traducciones se han basado en esta versión más que
en la original en polaco, como la francesa. Además, y esto
Gombrowicz lo sabía, Borges (aquí nadie discute ni pone en duda su importancia
como escritor) era también un escritor muy orgulloso y su poder literario era
enorme, hasta tal punto, que lo que no se publicaba en Sur, sufría la soledad
de la marginación, pues la revista dirigida por las hermanas Ocampo era la
crème de la crème… Por otro lado, Gombrowicz fue un autor marginal,
vanguardista, poco conocido y reconocido, que, al final de su vida comenzó a
recobrar mayor importancia, sobre todo en Francia, y posteriormente en el resto
de Occidente. Los padres también se equivocan.
Pero esto no es lo más
importante. En las palabras de Gombrowicz también hay un ápice de anarquismo,
de actitud dadaísta más que saludable. Si la sombra de un escritor abarca un
ámbito tan vasto, los escritores que se cobijen bajo sus dominios nunca tendrán
su propia voz ni su propia personalidad. Esto es de cajón. No se trata tanto de
matar a Borges o el Boom, como de jugar a aniquilarlos, aun sabiendo que nunca
te podrás desprender de ellos. No es tanto matar, en un sentido literal, sino
emanciparse. Decirles que después de ellos sigue habiendo vida. Y ya de paso, gamberrear un poco,
reclamar atención en otras literaturas, pues ante tanta elite y tanta endogamia
institucional, los artistas periféricos que aportan otras voces, suelen quedar
soslayados. Cuando uno está en el poder, la visión desde arriba suele olvidarse
de los de abajo. Pero hay excepciones notables: ¿No son raros Ricardo Piglia, Javier
Marías o Enrique Vila-Matas? Ellos se han ganado a pulso su prestigio, pero
además de reconocer a los padres literarios, también han sabido buscar los tíos
y hasta primos lejanos.
Recuerdo una vez, en un taller de
escritura con Roberto Bolaño, cuando le pregunté por qué había en su actitud
cierta hostilidad o rechazo hacia Octavio Paz o Pablo Neruda. Y él me respondió
que no les odiaba, que eran grandísimos escritores, pero no los únicos, y que a
veces su poder y su influencia eran tan grandes, que no permitía que las
generaciones posteriores evolucionaran, y que era muy sano “matarlos”. Yo, me
quedo con la frase de Gombrowicz glosada por Bolaño. Y añado: resuciten a
Gombrowicz.
Hola, Carletes,
ResponderEliminarestoy pensando en crear una protesta.org para reunir firmas para resucitar a Gobrowicz.
Abrazos, H.
Hola Hyeronymus: ¡qué buena idea has tenido! Aunque bueno, tal vez, ya esté más que resucitado...
ResponderEliminarUn abrazo.
Es necesario sin duda matar al padre, para ser uno mismo, ya que es imposible y muy poco saludable, imitar, parecerse a los grandes. Supongo que para progresar, hay que olvidarse de todo lo demás, y conseguir una voz propia. Buena o mala, pero única. Aprender a desaprender como tú predicas.
ResponderEliminarUn abrazo, profesor.
Hola Boadicea, me gusta lo que dices de desaprender. Creo, que para seguir aprendiendo, hay que desaprender lo aprendido antes, que no quiere decir aniquilarlo...
ResponderEliminarUn abrazo!