Ice
Haven, de
Daniel Clowes (Reservoir Books-Mondadori, 2006).
El mundo del cómic no sería lo mismo sin la presencia de
Daniel Clowes (1961, Chicago, EEUU), quien ha logrado imponerse como un autor
de culto leído y admirado a partes iguales, aunando sensibilidad literaria,
humor crítico y un dibujo depurado. Gracias sobre todo a su notable Ghost
World, el autor de Chicago demostró que la
novela gráfica puede tener una profundidad narrativa propia.
Clowes casi siempre utiliza los estereotipos americanos
para mostrar el lado sórdido de la realidad. En algunos casos, puede asemejarse
al del realizador cinematográfico Todd Solonz (en el humor negro, en el
desparpajo y la falta de pudor), pero lo cierto es que Clowes emplea menos el “patetismo
solonziano” y más la teoría del iceberg popularizada por Hemingway, donde todo
lo que se ve no es todo lo que hay. En muchas ocasiones se ha dicho que Clowes
es un gran narrador ligado a la mejor tradición norteamericana de cuentistas
(Ernest Hemingway, Raymond Carver, Sam Shepard), desarrollando historias
sencillas sobre la problemática de la vida cotidiana. Es lo que ha demostrado
en novelas gráficas como Ghost World, David
Boring, o incluso en Como un
tallo de hierba, Joe, una pequeña
historieta perteneciente al número 6 de su revista Bola 8 (Eightball) y ahora agrupada junto a otras ocho historias cortas en Caricatura
(Ed. La Cúpula), alcanzando un gran nivel
de calidad y efectividad narrativa. Además, el autor estadounidense ha sabido
alternar historias sencillas con otras más disparatadas a lo largo de su
carrera, destacando la fascinante Como un guante de seda forjado en
hierro (también editado en un álbum) o la gamberra ¡Poussy!, todo un
alegato paródico y crítico del mundo del cómic o incluso el pastiche en Lloyd
Llewellyn.
Con Ice Haven (hasta
el momento su mejor obra), Dan Clowes logra sorprender aún más, si bien, se trata de una novela gráfica compleja, caleidoscópica,
con varios elementos deudores del posmodernimo literario. Uno de
los mayores atractivos de Ice Haven es
su formato apaisado –que recuerda a la monumental Jimmy
Corrigan de Chris Ware- y también la
soltura con la que Clowes retrata a una ciudad –que puede ser cualquier ciudad
pequeña de EEUU-, gracias a una serie de pequeñas historias intercaladas y
fragmentadas, ampliando la polifonía de una obra que ha de completarse con la
lectura de la misma. La linealidad queda interrumpida por una cierta
originalidad fragmentaria, elipsis, cortes, sugerencias, intertextualidad,
confirmando que todavía se puede explorar mucho en el lenguaje del cómic, pero
también reconociendo el deslumbramiento de algunas de las experimentaciones
llevadas a cabo por Chris Ware. Así, Clowes introduce historias con formatos
distintos, lo que le permite enriquecer su discurso a la vez que multiplicar su
lenguaje; tenemos desde la típica tira cómica estadounidense hasta un uso de la
parodia o el realismo sucio, con estilos picapiedra o cartoon, colores y tonos diversos aplicados a los ambientes
o situaciones distintas, obligando al lector a formar parte de la historia de
una manera activa.
Utilizando la excusa del secuestro de un niño del pueblo,
asistimos a fragmentos de la vida de varios personajes, a veces narrados en tan
sólo una página, siendo capaz de contar y sugerir con unos elementos mínimos.
Tenemos personajes típicamente cloweianos, como Vida o Mr. Ames. Llaman la
atención el crítico de cómic Harry
Naybors –Clowes se ríe de sí mismo pero siempre con un amor y un respeto al cómic
como pocos-, o el patético poeta Random Wilder. Se trata de personajes
enajenados (lo que puede recordar a varios cineastas norteamericanos como Jim
Jarmusch, Halt Hartley, Todd Solonz o creadores de cómic como Robert Crumb),
personas que viven una vida tediosa. En esto, también entran ciertos elementos
típicos de la sociedad norteamericana que ayudan a confeccionar un imaginario
común como el sexo adolescente, la falta de voluntad, los deseos y
frustraciones, la inestabilidad familiar y de la pareja, la incomunicación,
elementos todos ellos que conforman un entramado más complejo de lo
aparentemente visible, pues con esta obra debemos leer (y mirar) entre líneas
(y viñetas). Clowes es un escritor de relaciones humanas, pero también un dibujante,
porque sus viñetas logran visualizar lo que las palabras no pueden.
Una última nota: por mucho que algunos se empeñen en llevar
al cine los cómics de Dan Clowes y a pesar de tener como resultado películas
tan notables como Ghost World,
(esperamos con ganas el estreno de Art School Confidential con guión de Daniel Clowes) lo cierto es que el
mundo tan personal de este artista siempre será más rico –y necesario- en su
propio medio y con su lenguaje y estilo únicos, el del cómic.
(Reseña publicada originariamente en www.deriva.org en 2007 y retocada
ligeramente).
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