Correr, de Jean Echenoz, Anagrama, 2010. Traducción del francés de Javier Albiñana.
La vida de Emil Zátopek
(1922-2000) es la vida de la Europa de mediados se siglo XX, con sus
contradicciones y sus miserias. Atleta checoslovaco que ganó varias medallas
olímpicas, Emil Zátopek era un joven superdotado para la carrera de larga
distancia, a pesar de contar con un estilo poco ortodoxo. Era un hombre
sencillo, que se dedicaba a correr bajo el contexto de una Europa convulsa
todavía por el nazismo, mientras avanzaba
por el Este el comunismo soviético, que utilizaría al gran atleta checo como
herramienta de propaganda e incluso acabaría marginándolo socialmente al final
de su carrera cuando apoyó la Primavera de Praga.
La Locomotora Humana (así
llamaban al corredor checoslovaco) se dedicaba a correr, tal vez para huir de
la tiranía de las dictaduras, tal vez, para huir de sí mismo. Y mientras
tanto, batió varios récords mundiales. Bueno, más bien los pulverizó. Y también ganó varias medallas olímpicas. Todavía hoy, Emil Zátopek mantiene una hazaña no
igualada: tres medallas de oro en 5000 metros, 10000 metros y maratón en los
JJOO de Helsinki 1952.
Esta novelita tiene múltiples
lecturas, si bien su escritura es sencilla (la escritura de Echenoz es precisa
y limpia como un hueso y elegante como un galgo) y no está exenta de fina
ironía. Esta mezcla de ficción y realidad es fecunda en el autor francés, que también ha novelizado las biografías del músico Maurice
Ravel y del ingeniero Nikola Tesla.
El propio Echenoz, decía en una
reciente entrevista al diario El País: “Correr es lo que le daba vida, pero al
mismo tiempo se la robaba, porque le quitaba todo el tiempo, le arrebataba casi
todo”. Esta paradoja resume no solo la novela, sino la condición humana, y
revela el absurdo al que está sometido el ser humano ante la sociedad
totalitaria. Y ese es su atractivo: comprobar cómo un personaje que para muchos
es un héroe, solo puede superar la adversidad por medio del deporte. Pero no se
trata de correr como un acto de huida, sino como un acto individual, libre, que
permite aislarse ante las terribles vicisitudes que encierra la realidad más
cotidiana y absurda. Y ahí, en ese soplo de libertad, se encuentra también la
cautividad.
¿Cuánto hay de biografía y cuanto
de ficción? Qué más da. Lo que importa, es que Correr se lee muy bien y casi diría que crea adicción. El
propio Echenoz leyó miles de artículos sobre Zátopek, pero no la biografía
sobre el corredor checoslovaco. De ahí el interés literario del libro, de la capacidad
del autor de Me voy para
literaturizar vidas ajenas. ¿Qué es, si no, el trabajo de un novelista?
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