La novela (como toda la cultura) se encuentra cada vez más en manos de los medios de comunicación; estos, en tanto que agentes de la unificación de la historia planetaria, amplían y canalizan el proceso de producción; distribuyen en el mundo entero las mismas simplificaciones y clichés que pueden ser aceptados por la mayoría, por todos, por la humanidad entera.
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Basta con hojear los periódicos políticos norteamericanos o europeos, tanto los de la izquierda como los de la derecha, del Time al Spiegel todos tienen la misma visión de la vida que se refleja en el mismo orden según el cual se compone su sumario, en las mismas secciones, las mismas formas periodísticas, en el mismo vocabulario y el mismo estilo, en los mismos gustos artísticos y en la misma jerarquía de lo que consideran importante y lo que juzgan insignificante. Este espíritu común de los medios de comunicación disimulado tras su diversidad política, es el espíritu de nuestro tiempo. Este espíritu me parece contrario al espíritu de la novela.
(Milan Kundera, El arte de la novela, Tusquets, 1987. Traducción de Fernando de Valenzuela y María Victoria Villaverde).
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