A finales del pasado mes de enero, publiqué en la revista Culturamas una reseña del libro Kerouac y la generación beat de Jean-François Duval. Este es el texto:
Kerouac
y la generación beat, de Jean-François Duval (Anagrama,
2013).
Jean-François
Duval, periodista y escritor suizo, lleva varias décadas dedicándose
a investigar sobre la generación beat, por lo que la publicación de
Kerouac y la generación beat viene a desarrollar algunas
ideas sobre el autor de Los subterráneos y su relación con
dicho movimiento. El libro se divide en distintas secciones que son a
su vez fecundas entrevistas a Allen Ginsberg (poeta, autor de Aullido
e icono de la contracultura norteamericana), Carolyn
Cassady (mujer de Neal Cassady y autora de Off the Road, sus
memorias sobre Neal, Allen y Jack -de reciente publicación en
España-), Joyce Johnson (ex novia de Jack Kerouac y escritora,
autora de Personajes secundarios), Timothy Leary (escritor,
psicólogo e investigador sobre el LSD), Anne Waldman (poeta, editora
y fundadora de la Jack Kerouac School of Disembodied Poetics de
Colorado) y y Ken Kesey (escritor, autor de Alguien voló sobre el
nido del cuco, y gurú de los Merry Pranksters, un grupo de
aventureros que viajaron por EEUU a bordo de un autobús psicodélico
iniciando a la gente en el LSD en los años 60).
Duval
se centra principalmente en las figuras de Jack Kerouac, Neal Cassady
y Allen Ginsberg, y trata de manera tangencial a William S.
Burroughs, John Clellon Holmes (autor de Go, para muchos, la
primera novela beat), Gregory Corso, Anne Waldman, Joyce Johnson,
Diane Di Prima, Lawrence Ferlinguetti o Gary Snyder, por lo que el
libro no es un estudio completo de la generación, sino más bien un
mosaico configurado por numerosos testimonios que hablan de la vida
de Neal Cassady y Jack Kerouac y más concretamente sobre sus
destinos trágicos y la degradación que sufrieron ambos a partir de
la publicación y éxito de En el camino, sugiriendo la
pregunta inevitable: ¿Kerouac y Cassady fueron víctimas del éxito
literario de Sal Paradise y Dean Moriarty?
En
todo caso, el volumen supone una guía para entender este movimiento,
así como amplía información sobre la gestación del grupo, la
relación entre los autores mencionados, y algunas líneas temáticas
que los unen. En un momento dado, Ginsberg cuestiona si el la
generación beat existió, y más adelante el propio Duval afirma:
“La característica principal del 'movimiento beat', si existiera, sería su sorprendente disparidad”. Y eso cierto.
Tanto en poesía, como en narrativa, la heterogeneidad es grande, si
bien hay varios puntos en común que permiten trazar un itinerario:
desde el interés por el budismo (sobre todo relacionado en autores
como Ginsberg y Kerouac) a la experimentación con las drogas
(marihuana, LSD), pasando por la apertura sexual, la crítica al
mundo editorial mercantilista, el antibelicismo, la innovación con
el lenguaje o la espontaneidad como un intento de captar un momento
único. Tal vez, la idea que sintetice todos estos aspectos sea la
que señala la poeta Anne Waldman, quien afirma que lo que
caracteriza a dicha generación es: “una verdadera búsqueda
espiritual”.
Uno
de los aciertos del volumen, es la presencia femenina, pues Duval
cuenta con los testimonios de varias mujeres que conocieron de manera
íntima a Kerouac, Ginsberg, Cassady, Corso y compañía, ampliando
la mirada sobre estos escritores, pero también reclamando un papel
más significativo para estas Penélopes en la sombra. Parece que
cada vez hay más mujeres que tuvieron incidencia en una generación
muy rompedora, que sin embargo, no supo (o no quiso) darle
importancia a las mujeres. El libro sugiere que todavía no se ha
hecho justicia, y prueba de ello es la reciente y constante aparición
de distintas publicaciones de mujeres relacionadas con la generación
beat. Ese debate queda abierto y me temo que sigue siendo muy actual.
También
el libro apunta a si Kerouac es un autor suficientemente comprendido
por sus lectores, pues su compromiso con la literatura a veces parece
ajeno a su figura como héroe literario. Muchas veces la fama y la
dimensión social que adquirió su nombre supera a la importancia
como escritor renovador.
Para
muchos entrevistados, el alcance de Kerouac o Ginsberg supuso una
nueva mirada sobre América, una crítica al modo de vida conservador
de los años precedentes: “Con ella [la obra de Kerouac],
transformó Norteamérica, cambió su percepción del continente,
aunque muchos lo ignoren”, dice Ken Kesey. Una manera de romper con
los prejuicios y los clichés. Para ello, Kerouac y Cassady se echan
a la calle a recorrer América a buscar experiencias, a sentirse
libres. Recordemos lo que decía Milan Kundera en El arte de la
novela, señalando la ruptura de la novela europea con la
capacidad de buscar experiencias, donde los personajes “se
encuentran en un tiempo en el que no hay principio ni fin, en un
espacio que no conoce fronteras” y que ya con Balzac y Flaubert
“ese horizonte lejano ha desaparecido como un paisaje”. Creo que
parte del encanto de En el camino es precisamente esa vuelta a
los orígenes de la novela europea, esa herencia de búsqueda de
libertad y los espacios abiertos.
Cabe
destacar la introducción que realiza Duval, aclarando el contexto en
el que se se publica On the Road, y relacionándolo con los
diferentes momentos socio-culturales de los años 40, 50 y 60, así
como la posterior influencia, tanto en la cultura hippie, como en
músicos de la talla de Bob Dylan, The Beatles, Patti Smith o Kurt
Cobain. Asimismo, se agradece el abundante material fotográfico,
completado con un glosario de autores relacionados con el movimiento
beat (desde el propio Kerouac, pasando por su hija Jan, Charles
Bukowski o el escritor y periodista Hunter S. Thompson; en total,
casi cuarenta personas), una bibliografía extensa sobre literatura
beat y hasta una cronología de hechos y fechas que van desde 1914
(nacimiento de William S. Burroughs) hasta 2012, estreno de la
película On the Road, dirigida por Walter Salles.
(Reseña publicada originariamente en la revista Culturamas en enero de 2014).
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