Y el tedio norteamericano nos va
encerrando como ningún otro tedio del mundo, peor que el de los
Andes, pueblos de alta montaña, viento frío que baja de los montes
de tarjeta postal, aire fino como la muerte en la garganta, ciudades
fluviales de Ecuador, malaria gris como la droga bajo un sombrero
negro de vaquero, escopetas que se cargan por la boca, buitres que
picotean las calles enfangadas...
(…)
Pero no hay tedio como el tedio
norteamericano. No lo ves ni sabes de dónde sale. Coge uno de esos
bares elegantes, al final de una calle de un barrio nuevo (cada
manzana tiene su bar y una botica y un supermercado y una tienda de
bebidas). Entras y te topas con él. Pero, ¿de dónde sale?
No es del camarero, ni de los clientes,
ni de la tapicería de plástico color crema de los taburetes, ni de
la luz confusa de neón. Ni siquiera de la televisión.
(William S. Burroughs, El almuerzo
desnudo, Anagrama, 2006.
Traducción de Martín Lendínez).
Hola, Carletes!!!
ResponderEliminarLo he leído. De hecho, lo busqué en PDF, pero no consigo encontrarlo. De todas maneras, hay que leerlos en el contexto del conjunto de la novela, porque sino no se comprenden los dos párrafos, que tratan sobre el aburrimiento, y por debajo, más profundo, de su experiencia con las drogas (que tomó de todo); pero la trama es aún más grande y compleja.
Abrazos, H.
Hola Hyeronymus:
Eliminares cierto que este fragmento forma parte del contexto de la novela, y lo explicas muy bien, pero me pareció divertido sacarlo de esa novela y leerlo de otra manera, sin más referencias.
Un abrazo!