Dios y su máscara. Oyes a los insectos que se alimentan en
tu
alma
y, de pronto, un árbol dice su clamor y arde la lengua del
olvido
y todo acaba en transparencia, en formas cuya verdad no se
concede
hasta que las espumas queman el corazón de hombres
desconocidos y los caballos hablan de aquella sangre, de aquel aire extinguido
en los patios de España,
de aquella tierra sin descanso,
de aquel olvido lleno de sangre.
(Antonio Gamoneda, Lápidas,
1986).
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