Fotografía extraída de www.cronista.com |
Ha muerto Ricardo Piglia (Adrogué, Buenos Aires, 1940 - Buenos Aires,
2017), un escritor único, y esto no se puede decir de muchos autores actuales.
Piglia escribió una novela que puede considerarse una ventana nueva dentro del
panorama de la narrativa hispanoamericana de las últimas décadas: Respiracion artificial (1980), una obra que
alterna ficción, ensayo y provocación. En ella, Piglia revisa la estructura de
la novela, la manera de contar las historias y el hecho de teorizar sobre ellas
(si bien hay numerosos detalles que precisarían mayor espacio para comentar).
También conviene destacar sus relatos, lúdicos, heterogéneos, repletos
de fricciones y cuestionamientos sobre el arte de narrar, dominando lo
fragmentario. Es el caso de Prisión
perpetua: “Todo el secreto consiste en parecer mentiroso cuando se está
diciendo la verdad”.
Asimismo, sus ensayos han sido muy celebrados debido a su visión amplia,
profunda y su manera de leer tan peculiar, que revela detalles que hasta ese
momento nadie había reparado, rasgos no muy evidentes y que solo las mentes más
agudas y laterales son capaces de ver.
Es el caso de libros como El último
lector o el reciente La forma inicial, elaborando teorías sobre la nouvelle
que implican una revisión del género.
Y cómo no, también escribió un diario, como sus amados Kafka y
Gombrowicz. Tres tomos (todavía ha de publicarse el tercero) que resumen la
vida y la visión del escritor y donde, por supuesto, juega con la memoria: “La memoria sirve para olvidar, como todo el mundo
sabe, y un diario es una máquina de dejar huellas”. Los tres tomos llevan por
título Los diarios de Emilio Renzi.
Pero donde Piglia fue un revolucionario, fue en su fusión de géneros, en
la amalgama de ensayo con relato, de ensayo con entrevista, de charla con
diario, de diario con novela, de novela con aforismos. Su imaginativa y su
visión de la escritura, indisociable de su visión de la lectura, son sagaces y
profundamente originales (Piglia continúa la línea inteligente y extraña de
escritores tan dispares como Kafka, Borges o Gombrowicz). Es el caso de libros
como Formas breves y Crítica y ficción, donde se (con)funden
los géneros: “La crítica es la forma moderna de la autobiografía”. En dichos
textos, sobresale la capacidad investigadora que esboza teorías sobre el cuento
o sobre cómo la tradición de una literatura nacional puede alterase desde
lecturas (y escrituras) desviadas. De hecho, Piglia hizo del “desvío” una
poética, como buen heredero de los formalistas rusos, de críticos de corte marxista
como Lukács, Bretch, Benjamin o de Godard (al igual que el director de cine
franco-suizo, el argentino era un creador que narraba a la vez que teorizaba
sobre el acto de narrar).
Al final, parece decirnos Piglia que la literatura, como la vida, está
llena de paradojas y de enigmas. Y uno de sus objetivos ha sido desentrañarlas.
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