Imagen extraída de www.bizkaia.eus |
Monstruos aseados a la salida de la cárcel.
Hombres enfrentados al vacío
de una ciudad sitiada.
Hombres que introducen sus manos
en su mirada. Y que no saben enfrentarse
a los transeúntes solos.
Creen en Dios, y este los rechaza.
Y porque saben del miedo que les atrapa
en ningún lugar se detienen.
*
Miradme el perfil del alma
y encontraréis un hombre muerto.
Sopesad mi corazón y veréis un pájaro
como se ve una hoja en un cuaderno.
Oled mi grito y mi hambre. Conoceréis
el verdadero estado de mi pasión.
Romped las puertas que me tienen
encarcelado al roto silencio.
Y lavad con la sed de los inocentes
estas mis manos cubiertas de sangre.
(Kepa Murua, Siempre conté diez y nunca apareciste, Calambur, 1999).
No hay comentarios:
Publicar un comentario