(Radiohead. From The Basement. 2020).
Lo primero que se me ocurre tras ver Sirât, es que Óliver Laxe es heredero de Andrei Tarkovsky. Su cine es atmosférico, denso y poético, como ocurre con la filmografía del autor de Stalker. Su propuesta es sugerente a la vez que intensa.
Sirât es muchas cosas, pero sobre todo, se trata de un filme poético y político. Poético ya desde su comienzo con una bella cita que avisa a los espectadores de que la obra que se va a visionar no va a ser un viaje cómodo, como tampoco lo será para los protagonistas: "Existe un puente llamado Sirât que une infierno y paraíso. Se advierte al que lo cruza que su paso es más estrecho que una hebra de cabello, más afilado que una espada".
Como en El espejo, de Tarkovsky o como en Dead Man, de Jim Jarmusch, la historia que se narra es eminentemente poética. ¿Es una historia real, una pesadilla o una alucinación? Porque el viaje de los protagonistas no solo es un viaje exterior, también es un viaje interior. Las cosas que suceden también pueden entenderse como una metáfora de lo que les ocurre o les puede ocurrir a los personajes interiormente.
Sirât también es un filme político, porque muestra a unos outsiders, unos inadaptados que buscan su lugar en el mundo, un mundo que los expulsa por ser diferentes (como se ve reflejado en la escena en la que los militares los echan en medio de una rave en el desierto). Ellos quieren vivir ajenos a la guerra, al conflicto constante, al mundo que se rige por la violencia. Ellos quieren vivir de otra manera. Las raves y la música techno conforman una comunión de ruido que los lleva hacia el vacío del desierto, ajenos al ruido del mundo, huyendo del vacío de una sociedad que se devora a sí misma.
También se puede ver Sirât como una suerte de western poético donde los salvajes paisajes del desierto acaban modificando a los personajes. Los raveros son cowboys que viajan en caravana por el desierto marroquí, buscando su paraíso. Mas no hay paraíso, porque su búsqueda, tiene, como decía la hermosa cita que abre la película, grandes riesgos. ¿Es, entonces, el propio viaje, el sentido de la vida?
Como en un buen western, se funden la violencia, la búsqueda de un fin, el viaje al filo del abismo, los vínculos de la amistad. Por cierto, varios de estos ingredientes estaban ya en Mimosas, otro western magrebí dirigido por Laxe en 2016.
De manera similar a la poesía de Ginsberg o de Plath, Sirât es eminentemente sensorial: el sonido y las imágenes forman un todo que se respiran, o más bien, hacen respirar a los personajes. Yo diría que más que respiración, es el sistema nervioso de los personajes, casi un síntoma de lo que va a ir ocurriendo en ese viaje extraño y profundo. Como ocurre cuando leo a Ginsberg o a Plath, mi corazón bombea al ritmo de las líneas/escenas. A todo ello contribuye enormemente el músico y arquitecto sonoro Kangding Ray.
Sirât es dos (o tres) películas en una. La que cuenta un viaje de un padre y su hijo pequeño buscando a su hija/hermana mayor, perdida hace tiempo en los trances del desierto; la que habla de un grupo de marginados o freaks que se adentran en el filo del abismo y sus riesgos; pero también es un viaje interior que muestra el duelo, el miedo, la incertidumbre, el absurdo y el vacío de la vida (y la muerte). En este sentido, me ha recordado algo a Gerry, de Gus Van Sant. Personajes perdidos en el desierto que se ven inmersos en una experiencia extrema, buscando algo que tal vez no saben nombrar, pero que (tal vez) está dentro de ellos.
Otro de los intereses de la película es la muestra de las raves clandestinas en medio del desierto, vistas como "desviaciones" o heterotopías, ya que constituyen lugares al margen de lo establecido por la sociedad, pues están fuera de todo lugar (y del tiempo).
¿Es Sirât un mal viaje? ¿Es un ejercicio de catarsis? ¿Un descenso a los infiernos? Sobre todo, es una experiencia sensorial, sinestésica, puro trance.
(Sirât, dirigida por Óliver Laxe. España, Francia, 2025).
Las hierbas del muro
Las cinco de la tarde y anochece.
Las seis de la tarde y las luces ya medio encendidas.
Hay gente que toma los días
Y los convierte en sueños,
Pero tú miras las hierbas que han crecido en los muros,
Las hierbas que ya se han secado.
Por propia definición, un lobo es alguien que tiene poder y puede abusar de ese poder. Sin embargo, hay un periodo de tiempo, al alba, en que uno no puede distinguir entre un lobo y un perro.
(...)
Bajo la superficie hay rocas, tierra, sedimentos, arena. Esos son los recuerdos del planeta, la imagen de su historia. Lo mismo ocurre con los seres humanos. El perro recuerda al lobo. Cada universo gira en torno a un núcleo de «ser», y todos los recuerdos se mueven desde ese núcleo hacia el exterior, directamente a la superficie.
(Hijos de Dune, de Frank Herbert. Random House Mondadori. 2021. Traducción de Domingo Santos).
Pavement fue una de las bandas más frescas y desprejuiciadas de la importante década de los 90, y eso no es poco. Algunos de sus álbumes hoy son considerados de culto, como Slanted & Enchanted (1992), Crooked Rain, Crooked Rain (1994) o Wowee Zowee (1995).
Pavements, dirigido por Alex Ross Perry es un falso documental, un documental ficticio o un metapelícula que combina distintas capas de la realidad (ficticia e histórica) y plantea numerosos interrogantes.
¿Un concierto de autohomenaje de la carrera de una de las bandas más importantes del rock alternativo de los 90?
¿Un musical basado en las canciones más famosas de Pavement?
¿Una película biopic sobre Pavement?
¿Un museo dedicado a la historia de Pavement?
Pavements es muchas cosas, pero sobre todo, es una obra divertida e ingeniosa. Es una película sobre un grupo que desafió al mercado musical cuando muchas bandas sucumbían ante sus cantos de sirena. Es un alegato a favor de la integridad artística y una crítica al establishment. Es una parodia de sí mismos. Y también es una historia alternativa a lo que ocurrió o una posibilidad que plantea "y si hubiera ocurrido"... Y además, tiene humor a raudales.
Pavements no es un documental de rock como lo conocíamos. Y merece mucho la pena.
(Pavements, dirigida por Alex Ross Perry. EEUU, 2024. Ver en Filmin).
Lo que si como no
de por nunca certeza
donde lo junto nada
amor de noche si
Muérdago enfurecido
dentro de su porqué
perdido entre perdido
de colores ya blanco
Donde su salvación
aparecida en las
se queda y reaparece
en torno de la cima
(Juan Eduardo Cirlot, Del no mundo (Poesía 1961-1973). Siruela).
(Schirkoa: la ciudad de las mentiras. Dirigida por Ishan Shukla. India, Alemania, Francia. 2024).
(The Jon Spencer Blues Explosion: "2 Kindsa Love", Now I Got Worry, 1996).
(...) rezo, y miro las olas y veo a Asle sentado en una mesa del Hotel y ya se ha acabado la cerveza y ahora busca con la mirada a esa chica que atiende la recepción y no es mucho mayor que él, y por lo visto es hija de los dueños del hotel, según Sigve, y Asle quiere pedirle cerveza y pronto llegará Sigve, piensa Asle, y yo retiro el brazo de los hombros de Ales y le digo a Ales que voy a bajar un rato a casa de Åsleik y entonces Ales dice que ella siempre está conmigo, siempre está cerca de mí, esté yo donde esté, dice, y pienso que ya es hora de coger el coche y bajar a casa de Åsleik y aunque no tengo mucha hambre las costillas estarán buenas, hace mucho que no como costillas de cordero, y Åsleik es muy buen cocinero, pienso, y me levanto del sillón, pienso, y me pongo la chaqueta de pana negra y me cuelgo el bolso (...)
Y me veo de pie, mirando el cuadro con las dos rayas, una morada y una marrón, que se cruzan en medio, un cuadro alargado, y veo que he trazado las rayas despacio y con un óleo espeso, y se ha corrido, y donde se cruzan la línea marrón y la morada el color ha producido una bella mezcla que corre hacia abajo y pienso que esto no es un cuadro, pero que al mismo tiempo el cuadro es como debe ser, está terminado, no cabe hacer más, pienso, y tengo que apartarlo, no quiero tenerlo más en el caballete, no quiero seguir mirándolo, pienso, y pienso que hoy es lunes y que tengo que dejar el cuadro con los otros cuadros en los que estoy trabajando, pero que aún no he terminado, los que tengo colocados con el bastidor hacia fuera entre la puerta de la alcoba y la de la entrada, debajo del gancho del que cuelga el bolso marrón de cuero... (pág. 13).
Y me veo de pie, mirando el cuadro de las dos rayas que se cruzan más o menos por el medio, y es por la mañana y hoy es jueves y he hecho fuego en la estufa y la sala está empezando a caldearse, y ayer fui a Bjorgvin en el coche y entregue los cuadros a Beyer, pienso, y me noto agotado y estoy de pie junto al caballete, mirando las dos rayas que se cruzan más o menos por el medio, una morada y otra marrón, y pienso que este cuadro no me gusta, porque yo no soporto los cuadros que pintan los sentimientos de frente, aunque yo sea el único que lo sepa, no es así como pinto, no es así como quiero pintar, porque el problema no es que el cuadro esté lleno de sentimientos, sino que los sentimientos aparezcan pintados en forma de gritos, chillidos y llantos, pienso, y pienso que esto es sencillamente un mal cuadro, pero al mismo tiempo es como deber ser... (pág, 481).
La carretera
Estas son las carreteras que has de tomar cuando pienses en tu país
y recuperes los mapas de nuevo, interesado,
llames al estadístico, le preguntes al buen amigo,
leas los periódicos con indagación matutina.
O cuando te pongas al volante y las luces pequeñas
elijan reloj y gasolina; y las luces delanteras
indiquen un futuro de carretera, mientras tu deseo persigue
más allá de la intersección, del desvío, de la estación suburbana,
la transitada autopista de seis carriles diseñada para tu seguridad.
Más allá de la influencia de tu alta y céntrica ciudad,
fuera de su cuerpo: tráfico, multitudes en penumbra,
son centros desplazados y sólidos, luchando por una buena razón.
Estas carreteras te llevarán al interior de tu propio país.
Elige las cordilleras, remonta los ríos,
atraviesa pasos. Toca West Virginia donde
el Midland Trail deja atrás el horno de Virginia,
el hierro de Clifton Forge, el hierro de Covington, baja
al próspero valle, resorts, el hotel de caliza.
Pilares y calle; spa; White Sulphur Springs.
Aeropuerto. Caras animadas, inexpresivas, ricas, deseando dotar
de historia al salón de baile, de tradición al primer tee.
Las montañas simples, abruptas, oscurecidas de pinos
en el clima repentino, húmeda irrupción de primavera;
cortadas al través por la nieve, el viento azota la ladera de las colinas.
La tierra aquí es feroz, escarpada, erguida contra la nieve,
los ríos y la primavera. KING GOAL HOTEL, Mirador,
y cogiendo la curva brutal, el barranco del New River.
Ahora el fotógrafo saca cámara y maletín,
sondeando el paisaje profundo, sigue el descubrimiento
viendo a través del vidrio esmerilado una imagen invertida.
John Marshall nombró la roca (pinares escarpados, un desplome
que exploró en 1812, denominada) Marshall’s Pillar,
y aun luego, Hawk’s Nest. Aquí está tu carretera, te une
a sus significados: barranco, peñasco, precipicio.
Comprimido ahí abajo, el duro río de piedras verdes
se abre camino veloz y directo hacia el pueblo.
These are roads to take when you think of your country
and interested bring down the maps again,
phoning the statistician, asking the dear friend,
reading the papers with morning inquiry.
Or when you sit at the wheel and your small light
chooses gas gauge and clock; and the headlights
indicate future of road, your wish pursuing
past the junction, the fork, the suburban station,
well-travelled six-lane highway planned for safety.
Past your tall central city’s influence,
outside its body: traffic, penumbral crowds,
are centers removed and strong, fighting for good reason.
These roads will take you into your own country.
Select the mountains, follow rivers back,
travel the passes. Touch West Virginia where
the Midland Trail leaves the Virginia furnace,
iron Clifton Forge, Covington iron, goes down
into the wealthy valley, resorts, the chalk hotel.
Pillars and fairway; spa; White Sulphur Springs.
Airport. Gay blank rich faces wishing to add
history to ballrooms, tradition to the first tee.
The simple mountains, sheer, dark-graded with pine
in the sudden weather, wet outbreak of spring,
crosscut by snow, wind at the hill’s shoulder.
The land is fierce here, steep, braced against snow,
rivers and spring. king coal hotel, Lookout,
and swinging the vicious bend, New River Gorge.
Now the photographer unpacks camera and case,
surveying the deep country, follows discovery
viewing on groundglass an inverted image.
John Marshall named the rock (steep pines, a drop
he reckoned in 1812, called) Marshall’s Pillar,
but later, Hawk’s Nest. Here is your road, tying
Es curioso cómo aquello no visible, aquello que no existía realmente, me hizo vivir los momentos más intensos de mi infancia.
*
De pronto comprendí que existía un mundo especial sólo para nosotros dos.
*
El silencio que tú nos imponías se había adueñado de nosotros, habitaba en la casa, como uno más, denso como un cuerpo. Aprendí a vivir en él y sería injusto no añadir que si he llegado a conocer alguna felicidad real ha sido precisamente en el silencio y la soledad más perfectos.
(Adelaida García Morales, El sur seguido de Bene. Anagrama).
(Lo que arde -O que arde-, dirigida por Oliver Laxe. España, Francia, Luxemburgo, 2019).
Nunca espero hacer un verso
ni en invierno ni en verano
Como un niño con mocos
me caen del alma cítaras
Me duele el corazón de ser un genio
Me escondo en algún sábado
y escribo con mi escob
en un rincón de ala de alguna mariposa
Mi poesía no sale por la puerta de todos
sale por la rendija del mundo
por las alcantarillas del siglo
por las uñas de un criminal arrepentido
Vamos a la cama vamos a jugar a las tinieblas
Vamos a soñar con un perfil de lobo
Lector te entregaré mi espalda de dos fuegos
un hombro mío soporta un alfiler
el otro hombro puso un anuncio en el periódico
(Carlos Emundo de Ory: Música de lobo. Antología poética (1941-2001). Galaxia Gutenberg).