El volcán, de Antonio Moresco (Traducción de Piero Dal Bon y Albert Fuentes, Ed. Melusina, 2007).
Primer libro publicado en español de este polémico e interesante escritor italiano, que presenta la editorial Melusina. El volcán está dividido en varias partes que obedecen a objetos distintos, lo que lleva a pensar en cierta heterogeneidad, si bien la fina ironía que se desprende de sus líneas y la mirada mordaz y crítica con respecto al mundo literario otorga una mayor unidad al conjunto de los textos. El origen de los textos y su naturaleza son de diversa índole (diario, panfletos, escritos, relato), siendo lo más significativo a nivel formal la mezcla de estos subgéneros de no ficción con el relato ficcional. Así, los dos panfletos que forman la primera de las tres partes del libro, responden a un objetivo más crítico sobre la obra de autores como Italo Calvino o Pier Paolo Pasolini –y sobre todo, del mundo académico italiano-; las partes segunda y tercera obedecen a una mayor subjetividad, a medio camino entre los diarios, los escritos y el relato.
En la primera parte, la más incendiaria –también la más discutible- titulada Dos panfletos, Antonio Moresco aborda numerosos temas, siempre desde una posición de outsider, tratando de desmontar muchos dogmas estéticos, criticando la autoglosa que han ejercido y ejercen muchos autores, y atacando directamente a la hegemonía literaria más académica. La visión comprometida e incorruptible de Moresco recuerda al Roberto Bolaño de los textos ensayísticos de El gaucho insufrible (no dudo que el escritor de origen chileno habría disfrutado enormemente con este libro), lo que evidencia la estirpe a la que pertenece intelectualmente. Por otra parte, resulta muy original la analogía que el italiano establece entre la muerte y el laberinto, en el artículo titulado “La forma y la muerte”.
La segunda parte, titulada Páginas de diario es –salvo algunos pasajes- una perturbadora mezcla de escritura alucinada y opiniones contundentes sobre la concepción de la literatura, pero también sobre la vida, como el epígrafe titulado La esperanza: “La esperanza es una ilusión, una alucinación”. Moresco no tiene reparos a la hora de desmitificar y -utilizando una palabra suya- desenmascarar conceptos tan moralizantes como “el mal”, “el pesimismo” o elementos culturales tan desgastados como “Postmodernismo”. Moresco cuestiona los cánones, desentraña los entresijos que se acaban agotando, repitiendo: “Nadie que reconozca un paso distinto, otra voz” o “Todos quieren ir más allá de la literatura, sobre todo quienes nunca han logrado ni lograrán alcanzarla”.
La tercera parte, Dos escritos, aúna fragmentos de un diario y un texto sobre Samuel Beckett. “¿Quién habrá inventado esta historia de la cotidianidad?” se pregunta el narrador en un diario no exento de humor y fina ironía que invaden las frases, junto a una ligera tensión que, como en una película de Antonioni, parece esconder una realidad a punto de salir a la superficie. El texto titulado “El manierista de la nada” es una reelectura de la Trilogía de Samuel Beckett (Molloy, Malone muere y El innombrable) y en él, el autor italiano aborda su peculiar relación con Beckett, a la vez que supone un turbio relato sobre lo cotidiano.
Al final, la lectura de El volcán resulta más compleja de lo que pueda parecer, con un corpus diverso, y con un hilo que une cada uno de los textos, sobre todo en la manera de abordar la literatura y el mundo, lo que se refleja en cada uno de los escritos. Cuando acabé el libro me di cuenta de que yo, como lector, había sufrido una metamorfosis; si en un primer momento me estaba enfrentando a un texto ensayístico, al final no sabía separar la ficción de la no ficción. Y tal vez en ello radica el mayor interés. Más que un libro de ensayos o de crítica (“No soy un crítico literario”, dice Moresco en su primera línea) se trata de una fusión entre la escritura ensayística y autobiográfica con la ficción. De hecho, ahora creo que todo no es más que una gran excusa para escribir audaces y originales relatos kafkianos sobre la vida cotidiana, la literatura y la muerte. Y lo mejor de todo es que algunas frases o pasajes me vienen a la cabeza cuando quieren, como suele ocurrir con los escritos, películas y demás obras artísticas con un poso profundo.
La cebolla, de Antonio Moresco (Traducción de Piero Dal Bon y Albert Fuentes, Ed. Melusina, 2007).
Conocimos una primera publicación de este interesante escritor, El volcán a principios de 2007, lo que fue una sorpresa por la capacidad de aunar distintos géneros (ensayo, relatos, diario, cartas, coloquio), obteniendo un discurso coherente y a veces fascinante, además de una mirada crítica y lúcida sobre la literatura y la realidad. El segundo libro de Moresco publicado en España es la novela erótico-existencial La cebolla.
En La cebolla no encontraremos el riesgo por la provocación ni el interés heterogéneo de la mezcla de géneros que se daban en El volcán, pues esta novelita contiene una historia lineal más o menos “convencional”, si bien está llena de matices que contienen un atractivo notable para el lector.
Una pareja llega a una ciudad anónima y vive en un pequeño apartamento donde tan solo hay una ventana como vínculo con el mundo exterior. En ese microespacio vital, la pareja solo realiza una actividad cotidiana: sexo. Su temática erótica -o pornográfica si se quiere-, puede resultar a veces monótona y repetitiva, pero está justificado, ya que supone un reflejo de la visión cotidiano-existencial de los personajes. Así, el sexo se convierte primeramente en una aventura y después en una rutina que acaba perdiendo todo tipo de interés para los protagonistas, víctimas de su propia incomunicación. La conexión con el exterior se basa en olores, ruidos y conversaciones, pequeños detalles cotidianos como las mujeres que sacuden las alfombras en las ventanas o la gente sentada en los bancos de los parques. Dentro de su casa, la única actividad –aparte del sexo- que parece llamar la atención del personaje protagonista es observar a otras dos parejas, en una clara confrontación de espejos e identidades: 1) los vecinos, que también hacen el amor y hablan a través de la fina pared, y 2) Romeo y Julieta, dos tortugas que parecen abocadas al vacío existencial en su inactividad y a la inminencia de la muerte.
Ante las continuadas escenas sexuales, el personaje va cayendo en un ensimismamiento progresivo, de manera que la obsesión por el sexo lo va alejando todavía más de la comunicación con su compañera, hasta el final febril donde ya se ha transformado en un ser kafkiano –en el relente Gregorio Samsa-, pasando los días observando una cebolla, sus diferentes capas de la piel, sus brotes, su forma amorfa. Incluso la desesperación lo convierte en un dominador ante su propia compañera, envuelto en una atmósfera asfixiante. Al final, el sexo (la existencia) se convierte en un acto animal.
El lenguaje y la descripción forman un todo, que es uno de los mayores atractivos de la novela. Un lenguaje expresivo, que busca la imagen poética incluso en la explicitud de la fealdad, con expresiones que a veces rayan el neologismo. Entrañas, olores, residuos, carne, viscosidad, órganos, pieles podridas; todo forma un conglomerado de sensaciones fisiológicas que resaltan lo feo, la podredumbre, porque es algo que va unido a lo humano, como capas distintas de la realidad. Un lenguaje y una expresividad que recuerdan al pintor Francis Bacon, porque detrás de la corporalidad y el sexo se esconde la desesperación y la amenaza de la muerte.
Releyendo alguna de las impactantes frases de El volcán, me convenzo de que Antonio Moresco no es un pesimista, sino que es un observador de la realidad que escribe de manera alucinada, porque alucinada es la realidad que vivimos, aunque no queramos darnos cuenta. Y lo mismo se podría decir de esta novela extraña y lúcida que por momentos parece pura pornografía, pero que evoluciona hacia un asfixiante final donde la carne y el sexo se ven superados por la propia existencia cotidiana y la amenaza de la muerte.
(Reseñas publicadas originariamente en www.deriva.org)
Corro esta semana a por ambos libros.
ResponderEliminarBueno, espero que no te decepcionen... El volcán me ha parecido realmente interesante y fresco (y necesario). Pero bueno, ya me dirás...
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