No solo se trata de privatizar empresas o servicios, sino también de privatizar la información, el derecho (con el incremento de la relación contractual en detrimento del derecho), el espacio urbano, el agua, el aire, lo vivo.
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Mientras que el imperialismo clásico significaba la
expansión de los Estados-nación más allá de sus fronteras, en la fase imperial
actual ese fenómeno habría desaparecido para dar paso al "Imperio,
supranacional, mundial, total", que ya no es americano (ni europeo ni
japonés), sino "simplemente capitalista".
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En la producción capitalista propiamente dicha, la naturaleza se
convierte puramente en objeto para el hombre, en una cosa puramente útil (…)
Por ello, el torbellino en el que se desenvuelven tanto la producción como la
circulación de mercancías conllevan "la explotación de toda la
naturaleza".
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Todos los progresos fruto de los descubrimientos científicos
y técnicos sirven para el enriquecimiento del capital y no del trabajo.
(Daniel Bensaïd, Cambiar el mundo, Madrid, Diario Público, Biblioteca Pensamiento
Crítico, 2010).