El viento ligero en Parma, de
Enrique Vila-Matas (Ed. Sexto Piso, 2008).
Normalmente abordamos los libros de ensayo de los grandes novelistas con el
prejuicio de que se trata de una publicación menor, una circunstancia o un
encargo; el caso es que la presente obra muestra varias razones para afirmar
que se trata de un libro que supera con creces la categoría de “publicación
menor”, pues uno de mayores intereses de leer a Vila-Matas radica en que no
importa mucho la etiqueta del género literario, porque él ya se ha ido
encargando desde hace décadas de difuminar esas marcas sociales en pos de una
nueva manera de entender y aprehender la literatura. En el caso que nos ocupa, El
viento ligero en Parma es un libro de
ensayos, relatos, conferencias y artículos de ocasión, donde apenas encontramos
diferencias de tono y tema con respecto a algunos de sus últimos títulos, Bartleby
y compañía o El mal de Montano; es verdad que no hay una trama novelesca, pero en
todo lo demás, tenemos el mismo Vila-Matas de aquellos libros: ensayo,
coloquio, diario, crítica literaria, experiencia autobiográfica, incluso
relatos que se (con)funden con el resto del corpus, de manera que este libro
supone un buen suplemento a su obra narrativa pero también una continuación; si
además, tenemos en cuenta que hallaremos algún pasaje que ya leímos en la
novela autobiográfica París no se acaba nunca, obtendremos la corroboración de que la obra de
Vila-Matas dialoga consigo misma en una especie de ramas de un árbol o rizomas
que no se acaban nunca, una obra
que podría denominarse como uno de los capítulos del libro: “Un tapiz que se
dispara en muchas direcciones”.
Llama la atención la (aparente) sinceridad con que el autor barcelonés se
describe y las confesiones que despliega en sus páginas, si bien lo más
interesante sigue siendo el estilo vilamatiano tan característico, los juegos
metaliterarios, el ingenio junto al sutil y elegante humor que siempre aborda
en sus frases, el tono –como dice Ricardo Piglia- como modulador de la obra.
Estamos ante capítulos brillantes donde el mapa literario de Vila-Matas
adquiere un sentido más personal que nunca, lo que por un lado nos ayuda a
comprender el funcionamiento creador del autor, además de suponer un importante
diálogo con el lector, en cuanto a las referencias del mundo literario,
cinematográfico o pictórico se refiere.
En la escritura Vila-Matas (tanto la narrativa como el ensayo) el argumento es
una excusa para crear frases magistrales, elegantes, a la vez que configurar un
discurso lleno de alusiones que por un lado interpelan al lector y por otro
constituyen un rico friso lleno de ventanas abiertas, de rizomas que no tienen
fin. Entre esas ventanas vilamatianas o ese viento ligero, el autor establece
un diálogo con sus autores de cabecera, con personajes de novelas o películas y
con ciudades como Lisboa, París, Barcelona o Parma, mostrando su visión de la
literatura y a la postre de la Realidad, como el homenaje a
Tabucchi-Pessoa-Mastroianni, en “Mastroianni-sur-Mer” o la asimilación del relato
“los muertos” de Joyce con la película de Rossellini Viaggio in
Italia, donde asistimos al más puro y
sugerente Vila-Matas.
En el desarrollo de los ensayos o conferencias, no importa tanto el fondo como
la forma, y por tanto lo mismo da si se trata de una conferencia o una novela,
pues él mismo parece (con)fundirlo en un discurso plenamente literario donde la
Realidad es un todo que absorbe distintos niveles y se retroalimenta de ello:
“Una conferencia que había yo dado, un año antes, en Barcelona, y cuya
estructura fragmentaria así como su deliberada eliminación de fronteras entre
los géneros había dado origen a la estructura o diseño general de Bartleby
y compañía”.
Entre los muchos autores por los que el autor barcelonés profesa una devoción abierta
en estas páginas tenemos a Witold Gombrowicz, de quien dice: “Creo que se puede
decir de Gombrowicz que sus temas preferidos eran la forma y la inmadurez”, y
yo me pregunto si no está refiriéndose también a sí mismo viéndose reflejado en
el autor polaco. Esto es lo que le ocurre a este enfermo de literatura cuando
escribe sobre algunos de los autores que admira y con los que entabla una
relación de empatía como son: Roberto Bolaño, Antonio Tabucchi, Samuel Beckett,
Fernando Pessoa, James Joyce, Sergio Pitol, realizadores como Roberto
Rossellini, Jean-Luc Godard, y pintores como Vicente Rojo o Miquel Barceló.
Enrique Vila-Matas se ha propuesto crear una Realidad literaria llena de vasos
conductores que adquieren un estatus propio, pero su interés radica en que, lo
que podría haber sido una obra narcisista y subjetiva, se ha convertido en un
corpus lleno de referencias internas y externas que han sabido conectar con los
lectores. Por favor, lean este libro para corroborarlo.
(Reseña publicada originariamente en 2008 en www.deriva.org)
Hola, Carletes,
ResponderEliminarlo leeré, si lo encuentro en la Biblioteca. Desde luego, es interesante, pero estoy ocupado con Barleby y compañía y otras obras más.
Abrazos, H.
Hola Hyeronymus: si lo lees, ya me dirás qué te parece. Disfruta, mientras tanto, de Bartleby y compañía.
ResponderEliminarUn abrazo,
C.
Hace menos de una semana que estoy con él... y de momento afirmo que este libro: "es un recorrido circular por el filo de la frontera que separa la ficción de la realidad, donde la ficción y la realidad se confunden, donde la ficción y la realidad son la vida misma".
ResponderEliminarUn vez más gran entrada Carlos.
Un saludo.
Saludos, Anónimo, pero lo podrías haber escrito con tus propias palabras. La obra promete, desde luego.
ResponderEliminarSaludos, H.
Cierto... pero me reservo mi opinión para cuando termine de leerla entera. Y sí, promete.
ResponderEliminarSaludos Hyeronymus.
Hola Anónimo y Hyeronymus: lo que me interesó en su momento del libro fue precisamente la mezcla de ficción y ensayo, ficción y realidad. Qué saludable es confundir estos términos, ¿no?
ResponderEliminarSaludos y gracias a los dos.