martes, 16 de octubre de 2012

El viento ligero en Parma, de Enrique Vila-Matas




El viento ligero en Parma, de Enrique Vila-Matas (Ed. Sexto Piso, 2008).

Normalmente abordamos los libros de ensayo de los grandes novelistas con el prejuicio de que se trata de una publicación menor, una circunstancia o un encargo; el caso es que la presente obra muestra varias razones para afirmar que se trata de un libro que supera con creces la categoría de “publicación menor”, pues uno de mayores intereses de leer a Vila-Matas radica en que no importa mucho la etiqueta del género literario, porque él ya se ha ido encargando desde hace décadas de difuminar esas marcas sociales en pos de una nueva manera de entender y aprehender la literatura. En el caso que nos ocupa, El viento ligero en Parma es un libro de ensayos, relatos, conferencias y artículos de ocasión, donde apenas encontramos diferencias de tono y tema con respecto a algunos de sus últimos títulos, Bartleby y compañía o El mal de Montano; es verdad que no hay una trama novelesca, pero en todo lo demás, tenemos el mismo Vila-Matas de aquellos libros: ensayo, coloquio, diario, crítica literaria, experiencia autobiográfica, incluso relatos que se (con)funden con el resto del corpus, de manera que este libro supone un buen suplemento a su obra narrativa pero también una continuación; si además, tenemos en cuenta que hallaremos algún pasaje que ya leímos en la novela autobiográfica París no se acaba nunca, obtendremos la corroboración de que la obra de Vila-Matas dialoga consigo misma en una especie de ramas de un árbol o rizomas que no se acaban nunca, una obra que podría denominarse como uno de los capítulos del libro: “Un tapiz que se dispara en muchas direcciones”. 


Llama la atención la (aparente) sinceridad con que el autor barcelonés se describe y las confesiones que despliega en sus páginas, si bien lo más interesante sigue siendo el estilo vilamatiano tan característico, los juegos metaliterarios, el ingenio junto al sutil y elegante humor que siempre aborda en sus frases, el tono –como dice Ricardo Piglia- como modulador de la obra. Estamos ante capítulos brillantes donde el mapa literario de Vila-Matas adquiere un sentido más personal que nunca, lo que por un lado nos ayuda a comprender el funcionamiento creador del autor, además de suponer un importante diálogo con el lector, en cuanto a las referencias del mundo literario, cinematográfico o pictórico se refiere. 

En la escritura Vila-Matas (tanto la narrativa como el ensayo) el argumento es una excusa para crear frases magistrales, elegantes, a la vez que configurar un discurso lleno de alusiones que por un lado interpelan al lector y por otro constituyen un rico friso lleno de ventanas abiertas, de rizomas que no tienen fin. Entre esas ventanas vilamatianas o ese viento ligero, el autor establece un diálogo con sus autores de cabecera, con personajes de novelas o películas y con ciudades como Lisboa, París, Barcelona o Parma, mostrando su visión de la literatura y a la postre de la Realidad, como el homenaje a Tabucchi-Pessoa-Mastroianni, en “Mastroianni-sur-Mer” o la asimilación del relato “los muertos” de Joyce con la película de Rossellini Viaggio in Italia, donde asistimos al más puro y sugerente Vila-Matas. 

En el desarrollo de los ensayos o conferencias, no importa tanto el fondo como la forma, y por tanto lo mismo da si se trata de una conferencia o una novela, pues él mismo parece (con)fundirlo en un discurso plenamente literario donde la Realidad es un todo que absorbe distintos niveles y se retroalimenta de ello: “Una conferencia que había yo dado, un año antes, en Barcelona, y cuya estructura fragmentaria así como su deliberada eliminación de fronteras entre los géneros había dado origen a la estructura o diseño general de Bartleby y compañía”. 

Entre los muchos autores por los que el autor barcelonés profesa una devoción abierta en estas páginas tenemos a Witold Gombrowicz, de quien dice: “Creo que se puede decir de Gombrowicz que sus temas preferidos eran la forma y la inmadurez”, y yo me pregunto si no está refiriéndose también a sí mismo viéndose reflejado en el autor polaco. Esto es lo que le ocurre a este enfermo de literatura cuando escribe sobre algunos de los autores que admira y con los que entabla una relación de empatía como son: Roberto Bolaño, Antonio Tabucchi, Samuel Beckett, Fernando Pessoa, James Joyce, Sergio Pitol, realizadores como Roberto Rossellini, Jean-Luc Godard, y pintores como Vicente Rojo o Miquel Barceló. 

Enrique Vila-Matas se ha propuesto crear una Realidad literaria llena de vasos conductores que adquieren un estatus propio, pero su interés radica en que, lo que podría haber sido una obra narcisista y subjetiva, se ha convertido en un corpus lleno de referencias internas y externas que han sabido conectar con los lectores. Por favor, lean este libro para corroborarlo.


(Reseña publicada originariamente en 2008 en www.deriva.org)

6 comentarios:

  1. Hola, Carletes,
    lo leeré, si lo encuentro en la Biblioteca. Desde luego, es interesante, pero estoy ocupado con Barleby y compañía y otras obras más.
    Abrazos, H.

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  2. Hola Hyeronymus: si lo lees, ya me dirás qué te parece. Disfruta, mientras tanto, de Bartleby y compañía.
    Un abrazo,
    C.

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  3. Hace menos de una semana que estoy con él... y de momento afirmo que este libro: "es un recorrido circular por el filo de la frontera que separa la ficción de la realidad, donde la ficción y la realidad se confunden, donde la ficción y la realidad son la vida misma".
    Un vez más gran entrada Carlos.
    Un saludo.

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  4. Saludos, Anónimo, pero lo podrías haber escrito con tus propias palabras. La obra promete, desde luego.
    Saludos, H.

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  5. Cierto... pero me reservo mi opinión para cuando termine de leerla entera. Y sí, promete.
    Saludos Hyeronymus.

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  6. Hola Anónimo y Hyeronymus: lo que me interesó en su momento del libro fue precisamente la mezcla de ficción y ensayo, ficción y realidad. Qué saludable es confundir estos términos, ¿no?

    Saludos y gracias a los dos.

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