Los muslos de la mujer eran largos y
húmedos. El fino vello brillaba dorado al sol. Interminable
profundidad sin fondo de la piel. Cuando reía, parecía su risa
estremecerle al sexo y desatar bandadas por el aire de indeclinables
pájaros. Brotaba allí, me dije, como otras tantas cosas de la
naturaleza.
(Jardín botánico)
(José Ángel Valente, Obra poética 2. Material memoria, Alianza Editorial, 1999).