Los muslos de la mujer eran largos y
húmedos. El fino vello brillaba dorado al sol. Interminable
profundidad sin fondo de la piel. Cuando reía, parecía su risa
estremecerle al sexo y desatar bandadas por el aire de indeclinables
pájaros. Brotaba allí, me dije, como otras tantas cosas de la
naturaleza.
(Jardín botánico)
(José Ángel Valente, Obra poética 2. Material memoria, Alianza Editorial, 1999).
Hola, Carletes!
ResponderEliminarEste poema lo he leído en sus Obras Completas. Es un maestro con todas las letras.
Abrazos, H.
Hola Hyeronymus:
ResponderEliminarsí, la verdad es que Valente es uno de los grandes, jeje. Un abrazo.
No me conoces muy bien pero si me lo permites tengo tendencia a repetir una y otra vez lo duro que me resulta escribir, pero esto es, definitivamente, una de las cosas más difíciles que he tenido que escribir nunca.
ResponderEliminarNo existe una manera fácil de decirlo, así que simplemente lo diré: he conocido a alguien. Fue una causalidad, yo no lo estaba buscando, no lo planeé, fueron algunas palabras, miradas… y cuando me di cuenta quería pasar el resto de mi vida en mitad de aquel cruce de miradas.
Él eres tú. Esa es la buena noticia. La mala es que no sé qué me pasa contigo pero me acojona. Este es un mundo enorme y malo, lleno de vueltas y recovecos, y basta con parpadear para que desaparezca el momento, el momento que puede cambiarlo todo. Yo no puedo decirte porque habrías de saltar al vacío por alguien como yo, pero...