sábado, 27 de febrero de 2021

Esperanto, de Rodrigo Fresán


Esperanto es la primera novela de Rodrigo Fresán, y ya encontramos algunos de los elementos más característicos del autor, como los personajes freaks, Canciones Tristes, este territorio literario que recorre casi todos sus libros, las oblicuas disquisiciones sobre la vida y la muerte, grupos de rock, los Beatles, la aparición de personajes reales insertados en el relato ficticio, un estilo que tiende a la dispersión, la tenue frontera que separa la realidad y la ficción, los sueños, las canciones, los recuerdos y las vivencias cotidianas. En fin, podríamos decir que este libro es un germen 100% Fresán, aunque sin la madurez literaria que el autor mostrará en libros como Mantra Jardines de Kensington.


Federico Esperanto es un joven argentino que sopesa los días de la semana con una desencantadora melancolía. Es un letrista que ha alcanzado un éxito considerable pero no así de manera personal, después de la muerte de su hija y de su separación matrimonial. Está rodeado de su gran amigo Montaña García, de su medio hermano Dani/Tony, del doctor Lambroso y un sinfín de personajes que parecen salidos de un cómic de serie Z y que acompañan a Esperanto en sus viajes cotidiano-existenciales.

 

La novela está dividida en capítulos que llevan el nombre de los días de la semana, porque cada día es un viaje idéntico pero diferente a los otros, donde el espacio y el tiempo pueden extenderse o ser uno mismo y confundirse. Todo, en un abrir y cerrar de ojos. Y solo de manera sutil, podríamos también leer una novela sobre Buenos Aires, sobre su modernidad, con todas las contradicciones que ello implica.

 

Así, Federico Esperanto se sumerge en su propia vida, llena de confusiones e incomprensión, tal vez debido a que el territorio de la adultez es un espacio estéril e ineficaz, opuesto a la magia e inocencia de la infancia (como desarrolla el propio Fresán más profundamente en Jardines de Kensington). Tal vez por ello Esperanto dice que nadie le comprende, a pesar de llamarse como la lengua esperanto, ese idioma creado allá por 1887 por un brillante (y tal vez ingenuo) doctor, llamado Lazarus Ludwig Zamenhof a.k.a. Doctor Esperanto. Porque Federico Esperanto es un personaje que, al igual que Zamenhof, acaba siendo absorbido por la realidad más materialista, prescindiendo de esta lengua franca y siguiendo sus propias directrices. Así es Federico Esperanto, un hombre que apuntaba alto pero que poco a poco acaba por desdibujarse o perderse en la voraz vida cotidiana.

 

Esperanto no es un libro a la altura de novelas como Mantra Jardines de Kensington, ni si quiera del estupendo libro de relatos que es Historia argentina. Es una novela curiosa, con algunos momentos brillantes e ideas notables, destilando ante todo frescura, que pone de manifiesto la consumación de una voz personal que se irá desarrollando en libros posteriores hasta alcanzar una marca “fresaniana” fácil de reconocer. Si bien para Fresán la trama no es más que una excusa para crear un estilo, un arte de la fuga o de la dispersión, esta su primera novela supone un experimento. Aun así hay algunos pasajes memorables como las sesiones de Esperanto con el psicoanalista o la última parte de la novela, sobre todo a partir de “Jueves” hasta el final, donde podemos apreciar algunas de las claves de la narrativa del autor: mezcla de niveles narratológicos, condensación de personajes freaks, situaciones ligeramente caóticas y hasta lisérgicas, desorden, repetición de leitmotivs con la encadenación de frases, mezcla de recuerdos y visiones con la realidad más palpable.

 

Esperanto es una novela notable en muchos de sus aspectos, primeramente en la predisposición a mostrar un discurso oblicuo o al menos en su pretensión de esquivar la horizontalidad y verticalidad a las que estamos acostumbrados; una novela que es hija de la cultura pop más moderna, esto es, de la televisión, la música pop y rock, las drogas, la parodia, la no linealidad, el humor, las elipsis y cortes bruscos, la sugerencia de las imágenes, el cómic, el cine y por supuesto, la buena literatura.

 

(Reseña publicada originariamente en www.deriva.org en 2006)

 

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