“Ahí están, todos juntos, con luces en la cara. Con flashes en la oscuridad. Luces intermitentes. Ya no tienen referencias” (Pacifiction).
Ahí están, en mitad de la nada, todos juntos, con luces en la cara, con flashes en la oscuridad. Donde la piel es transparente y las luces intermitentes. Ya no tienen referencias. El presente es un futuro dirigido. Todo es una ilusión. No sabemos lo que comemos, no sabemos lo que deseamos. Una isla, rodeada de un mar de fuego. Como una culebra agazapada en la oscuridad, como un alacrán esperando su momento debajo de una piedra. Sudando emociones de cristal. La piel se humedece, los ojos son ladrillos amontonados. En esa ignorancia, que es también una manera de descenso a los infiernos, se encuentra la piedra de la locura. Por eso hay noches en las que me adentro por las sombras, me escondo tras los bucles de sonido, los loops inundando las piscinas. Los hígados y las venas se hinchan de ilusiones. Yo los miro a los ojos, y lo único que veo son cáscaras vacías. Están cansados y no lo saben. Desde hace más de cien años, tal vez doscientos. Cuerpos marchitados, lujosamente disecados. Los perros hacen sus estragos. Una vez fuisteis niños, les digo. Les espeto que alguna vez el cielo era un trozo de luz arrancado en sus manos. Pero no me creen, no entienden nada. Se devoran, como anguilas desesperadas. El tiempo no se detiene, se estira, se prostituye. Los cuerpos se giran, bailan, gravitan. Las palabras son gestos mudos. Las luces se difuminan. Todo es un teatro, donde no vemos quién dirige la obra. Guardar la compostura es una manera de morir hacia dentro.
(Poema basado en la película Pacifiction, dirigida por Albert Serra. 2022).
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