sábado, 31 de marzo de 2012
El lugar de Piglia
domingo, 18 de marzo de 2012
Poesía vertical, de Roberto Juarroz
Sí, hay un fondo.
Pero hay también un más allá del fondo,
un lugar hecho con caras al revés.
Y allí hay pisadas,
pisadas o por lo menos su anticipo,
lectura de ciego que ya no necesita puntos
y lee en lo liso
o tal vez lectura de sordo
en los labios de un muerto.
Sí, hay fondo.
Pero es el único lugar donde empieza el otro lado,
simétrico de éste,
tal vez éste repetido,
tal vez éste y su doble,
tal vez éste.
*
El hombre,
maniquí de la noche,
apuñala vacíos.
Pero un día,
un vacío le devuelve feroz la puñalada.
Y sólo queda entonces
un puñal en la nada.
*
Lo visible es un adorno de lo invisible.
*
Estar.
Y nada más.
Hasta que se forme un pozo abajo.
No estar.
Y nada más.
Hasta que se forme un pozo arriba.
Después,
entre ambos pozos,
se detendrá un instante el viento.
(Roberto Juarroz, Poesía vertical, Cátedra, Edición de Diego Sánchez Aguilar, 2012).
viernes, 9 de marzo de 2012
Barrio lejano, de Jiro Taniguchi
Barrio lejano, de Jiro Taniguchi (Ponent Mon, 2010. Edición integral).
¿Se puede viajar al pasado y revivir las cosas que uno ya había olvidado? ¿Cuántas cosas nuevas descubriríamos y cuántas intentaríamos evitar?
Sobre estas preguntas se construye Barrio lejano, una de las novelas gráficas más conocidas y celebradas del japonés Jiro Taniguchi, autor también de títulos como El caminante o El almanaque de mi padre. Anteriormente publicada en dos tomos y desde 2010 recogidos en una edición integral, Barrio lejano es una historia atractiva desde la primera página: un hombre de 48 años se convierte de repente en un niño de 14. Hiroshi Nakahara se equivoca de tren cuando se disponía a volver a su casa en Tokio, y se da cuenta de que se dirige a Kurayashi (Tottori), su pueblo natal, al que hacía años que no volvía. Allí visita la tumba de su madre, pero ante el ligero sopor que lo ha invadido desde el tren, descubre que se ha transformado en el niño que fuera hace muchos años. Esta escena es el detonante de la historia.
Como decía, la trama ya atrapa desde el planteamiento. Y si las narraciones clásicas suelen tener la estructura de “planteamiento, nudo y desenlace”, Barrio lejano responde a esa armazón narrativa, de manera que el mayor interés por parte del lector residirá en comprobar cómo se desarrolla una idea ya de por sí fascinante, gracias a los detalles y los matices que Taniguchi introduce con sutileza y que apuntan hacia un final expectante a la vez que sugerente. El viaje homérico, ese cúmulo de grandes experiencias que uno arrastra consigo, es lo que lleva al protagonista a la reflexión y posteriormente al cambio (¿o tal vez sea primero el cambio, y después uno se dé cuenta -por medio de la reflexión- de esta transformación que ha sufrido?).
A esa construcción de la trama clásica, hay que añadir un estilo deudor de la línea clara franco-belga: trazo definido, dibujos realistas, líneas rectas, encuadres de interiores, y una planificación espacial que recuerda al cine de Yasujiro Ozu, además de un ritmo pausado, donde los detalles pueden apreciarse con más detenimiento, y las emociones, que a veces quedan veladas, florecen con la lentitud y la naturalidad de un cerezo.
¿Qué queda de ti, qué puedes ver y sentir de lo que fuiste y qué ves y sientes ahora? ¿En quién te has convertido? ¿Cuánto te has mentido durante todos estos años? La historia que crea Taniguchi contiene suficientes elementos como para provocar que el lector se enfrente a su propio espejo, algo que la mayoría normalmente intentamos evitar, y eso puede acarrear descubrimientos inesperados. Es lo que le sucede al personaje Hiroshi, porque Barrio lejano tiene la cualidad de hablarnos de experiencias que todos podemos vivir, de las cosas invisibles que tienen diferentes etiquetas pero que están ahí y forman parte de nuestro pasado y de nuestro presente. Fantasmas, miedos… la vida, al fin y al cabo.
martes, 6 de marzo de 2012
Kafka, por una literatura menor, de Gilles Deleuze y Félix Guattari
Escribir como un perro que escarba su agujero, una rata que hace su madriguera. Y para eso, encontrar su propio punto de subdesarrollo, su propio dialecto, su propio tercer mundo, su propio desierto.
*
La metamorfosis es lo contrario de la metáfora.
*
No hay nada más grande y revolucionario que lo menor. Odiar toda literatura de los maestros.
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Ser en su propia lengua como un extranjero.
(Kafka. Pour une littérature mineure, de Gilles Deleuze y Félix Guattari, Les Éditions de Minuit, París, 1975. Traducción de C. H.).