¿Qué tienen en común el poeta
francés Arthur Rimbaud y la serie estadounidense Deadwood?
La serie de tv Deadwood (tres temporadas: 2004-2006,
producida por la HBO) está basada en el Viejo Oeste americano y transcurre en
el año 1876. En un pueblo real, llamado precisamente Deadwood (Dakota del Sur),
coinciden un puñado de atractivos personajes históricos, como Wild Bill Hickok, Al Swereangen o Seth Bullock (incluso, Wyatt Earp aparece en la serie esporádicamente). Todo lo
que sucede en Deadwood gira alrededor de la fiebre del oro, los tratados
con los sioux, la llegada de las leyes de anexión de territorios de los Estados
Unidos (el pueblo está asentado ilegalmente en un territorio arrebatado a los
indios, llamados “infieles” por los blancos), la lucha de los comisionados y
empresarios que han visto posibilidades de hacer dinero en este pueblucho lleno
de barro y polvo, pero que esconde en sus minas el tan ansiado oro; un contexto
complejo y salvaje que narra cómo germina una sociedad capitalista, levantada
sobre el dinero, capaz de comprarlo todo, desde la libertad de un individuo
hasta las mismas leyes.
1876. En otro lado del mundo, en
Europa, el joven poeta francés Arthur Rimbaud ya había terminado dos libros
fundamentales para el devenir de la poesía moderna: Una temporada en el infierno e Iluminaciones,
escritos con un lenguaje violento y rompedor, tanto en su ética como en su
estética. Hacia esa fecha, Rimbaud había abandonado la escritura y se había
involucrado en otro tipo de vida, partiendo a África y Asia, y comerciando con
armas y con marfil. Esa ruptura con la literatura fue abrupta, entrando en un
vacío poético a la vez que salvaje, por cuanto tiene de revelador. De hecho,
siempre ha habido un interés casi mitológico sobre qué significa ese vacío,
teniendo en cuenta que Rimbaud era un visionario. El gran “blanco” de Rimbaud.
Tal vez, la causa fue el horror de la sociedad violenta y posteriormente se fue
directo hacia él, porque el mundo no tenía escapatoria. El mismo horror que
vivió Kurtz en El corazón de las
tinieblas, el mismo horror que puede apreciarse en algunos capítulos de Deadwood.
Rimbaud percibía la decadencia de
Occidente desde adolescente. Esto puede apreciarse no solo en su
correspondencia, como en las famosas “Cartas del Vidente”, sino también en sus
poemas, como el titulado “Lo imposible” (perteneciente a Una temporada en el infierno), un texto articulado sobre la idea de
un Occidente decadente y emponzoñado: “Para qué un mundo moderno, si se
inventan semejantes venenos”. (Parece como si las palabras de Rimbaud, que
todavía resuenan en mi cabeza, me hablaran del mundo en el que vivo, del Occidente
actual, 140 años después de que el poeta francés lo sintiera y lo escribiera).
Pero volvamos al salvaje Oeste.
Me viene a la cabeza otra obra maestra del género (aunque se trata de una
deformación del Western): Dead Man, película
dirigida por Jim Jarmusch en 1995; y compruebo, con deleitación y sorpresa, que
transcurre en 1876. Y caigo en la cuenta del juego entre
poesía expresionista y violencia de este bello film, que es ante todo, un poema
fílmico. Imágenes potentes y un blanco y negro que destila intimismo. El filme habla sobre un contable llamado William Blake, un hombre perdido
en una sociedad hostil y llena de ponzoña (la de la extorsión y la corrupción,
como estratagemas para alcanzar el dinero, lo mismo que mueve a los personajes
de Deadwood, la misma a la que aludía
Rimbaud en su poema “Lo imposible”). Blake llega a un pueblo llamado Machine
para firmar un contrato laboral (situación similar a la del protagonista de El Castillo
de Kafka), pero le dicen que su puesto ha sido ocupado por otro y a partir de
ahí, Blake, empecinado en resolver esa injusticia (como el personaje kafkiano),
se ve inmerso en una vorágine de brutalidad y muerte. Más adelante, Blake es
confundido con el poeta y pintor inglés romántico William Blake por un indio (un
“salvaje”) que se hace llamar Nobody, quien cree que se trata
del famoso poeta. Pero en el mundo del salvaje Oeste las cosas se resuelven a
balazos. Por eso, Nobody le dice al contable/poeta Blake:
“Ahora tus poemas serán escritos con sangre”. Civilización y barbarie se funden
y se confunden, reflejando que el progreso tecnológico del Capitalismo no trae
consigo el progreso cultural deseado.
En uno de los últimos episodios
de la primera temporada de Deadwood,
dice un personaje:
-“Necesito una conciencia limpia”
-“Igual que todos”, le responde
Al Swearengen.
La conciencia es algo que queda
en un segundo plano cuando el dinero y el poder entran en juego (el alcohol o
el sexo ayudan a disiparla, al menos en el caso de Swearengen). Porque la
violencia es la base sobre la que se levanta la sociedad, y Al Swearengen lo
sabe, por eso su mirada resulta impertérrita ante los sangrientos hechos que
acaecen en Deadwood y por ello su frialdad puede parecernos desoladora (como la
de Tony Soprano en Los Soprano o la
de Avon Barcksdale en The Wire. Tres
series mayúsculas, por cierto, que analizan distintos tipos de sociedad
corrupta y violenta).
Me he preguntado varias veces
cómo sería la conciencia de Rimbaud después de escribir sus poemas, pues
comercializó con armas y se dijo que posiblemente incluso con esclavos. En Deadwood se comercia con prostitutas
(tanto Al Swearengen como Cy Tolliver regentan sendos prostíbulos) e incluso la
comunidad china mantiene a sus prostitutas drogadas dentro de jaulas. Y
curiosamente, el prostíbulo que abre Tolliver es visto por los ciudadanos de
Deadwood como un símbolo de modernidad.
Hay un episodio en el que Joannie
Stubss, una madama que intenta dejar atrás su vida junto a Cy Tolliver, camina
por el asentamiento chino de Deadwood y ve unos cerdos devorando restos
humanos. Stubbs siente el horror de esa modernidad, el mismo seguramente del
que hablaba Kurtz en El corazón de las
tinieblas. Llegados a este punto, ¿quién no querría tener una conciencia
limpia?
En 1876 Europa exterminaba
indígenas africanos y América (la América blanca de emigrantes europeos)
aniquilaba indígenas americanos; ambos continentes, levantaban la sociedad que todavía hoy pervive a partir del horror y la extorsión. La modernidad,
tanto en la poesía de Rimbaud como en la sociedad capitalista incipiente del
lejano Oeste y en la Europa colonial se levantan sobre la violencia. Y
nosotros, solo podemos atestiguarlo.
Excelente entrada Carles...Es curioso como resulta muy común dejar la poesía tras la adolescencia....por el capitalismo.La conciencia limpia yo creo que es imposible tenerla del todo pero no está de más intentarlo.
ResponderEliminarcompletamente de acuerdo, Anacoreta. Estoy contigo y con Carletes.
ResponderEliminarAbrazos, H.
Muy buenas, Anacoreta y Hyeronymus:
ResponderEliminares curioso, sí... algo tendrá el Capitalismo...
Abrazos!