Olive Kitteridge
es una serie que habla de sentimientos y emociones que todos podemos tener:
soledad, celos, culpabilidad, remordimientos, frustración. La serie está
focalizada en Olive, una mujer casada y con un hijo, frágil y compleja. Hasta ahí, podría parecer una historia más o menos normal, pero
lo que ocurre, es que la historia funciona a partir de las elipsis, y ahí es donde la
narración comienza a brillar, ya que queda al servicio del espectador dilucidar
sobre los cortes, los silencios, y sobre todo, lo que no se muestra. En tan
solo 4 episodios, esta miniserie llena de momentos incómodos e intensos, teje
una historia de varios años con saltos en el tiempo y grandes interpretaciones,
sobre todo las encarnadas por Frances McDormand, Richard Jenkins, Peter Mullan y
Bill Murray. Se trata de un relato abrupto, cortante, como el personaje
principal, como su vida.
El otro gran fuerte de esta miniserie es la fuerza psicológica
de lo personajes, su profundidad, que resulta por momentos violenta. Puede que
incluso más de uno piense que Olive, la protagonista (brillante actuación de
Frances McDormand, que también produce la serie) está un poco pirada y que
resulta antipática. Pero al final, uno se da cuenta de que Olive es como la
mayoría: le faltan recursos para desenvolverse en situaciones incómodas,
herramientas que le permitan desarrollar las relaciones sociales y manejar la
inteligencia emocional. Al final, uno puede incluso sentir empatía por ella,
porque tiene algo de cada uno de nosotros, tal vez querer ser comprendidos; tal
vez querer que las cosas sean más fáciles y no tener que sentirnos culpables.
Al final, Olive Kitteridge, podría
hablar, aunque no lo parezca, de nosotros mismos, con nuestras infidelidades y
desolaciones. Porque la infelicidad puede instalarse y casi pasar
desapercibida. No obstante, el final es hermoso, luminoso. Y sorprendente como
pocos.
(Olive Kitteridge, dirigida por Lisa Chodolenko. HBO, 2014, EEUU.
Miniserie de 4 episodios. Basada en la novela homónima de Elizabeth Strout).
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