Volvía al hogar junto a Erin y quería celebrarlo. Entré en
su habitación al tiempo que ella se despertaba y se arrastraba hasta el lavabo
para vomitar. La observé bajar la cabeza sobre el borde del váter, oí el rugido
del agua cayendo sobre más agua. Necesitaba contacto. Quería que me viera vivo.
Quería comerme su vómito... cualquier cosa con tal de tocar su boca con la mía.
(Dave Eggers, "Silencio", Guardianes de la intimidad, Debolsillo, 2010. Traducción de Cruz
Rodríguez Juiz).
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