Hombre en azul,
de Óscar Curieses, (Ediciones Jekyll & Jill, Zaragoza, 2014).
Escribir un libro que
lleve por título Hombre en azul y que sea el diario ficticio
del pintor Francis Bacon ya es de por sí un hecho que llama la
atención a cualquiera. El hallazgo del diario póstumo del pintor
angloirlandés supone el motivo principal para que Óscar Curieses
emprenda este libro sorprendente.
Hombre en azul se
divide en un tríptico (tres cuadernos de los diarios de Bacon que
van del año 1989 a 1992), un prólogo y una coda final titulada
“Sueño de agosto de 1990”. Por tanto, podríamos hablar de
novela, desde su estructura, desde el sentido que cobra el prólogo a
modo borgeano, hasta el divertido juego cervantino o austeriano que
Curieses desarrolla con ironía y sutileza a lo lago de sus 132
páginas (por no hablar del entramado lúdico en las notas a pie de
página, los anagramas de los nombres de algunos autores o de ciertas
referencias bibliográficas). Pero el grueso del libro lo constituyen
los tres cuadernos donde Bacon exhibe sus reflexiones, la mayoría
más cercanas a los aforismos que a la narración. Encontramos en
ellas lucidez, provocación, tensión, buscando leer la pintura de
Bacon y establecer un diálogo constante. De manera que Curieses no
solo explora desde la escritura, sino que también investiga desde la
lectura. Y en ese cruce se coloca el lector.
Dice Ricardo Piglia a
propósito del diario: “Un diario es también un género que uno
puede reconstruir. (…). Uno en un diario anota conversaciones
cotidianas, lecturas o reflexiones sobre cuestiones múltiples y por
lo tanto, esa forma tiene la virtud de combinar registros distintos,
que es en última instancia un intento de reproducir la experiencia,
porque, ¿qué es la experiencia después de todo?”. Y en ese
sentido, Hombre en azul aglutina distintos géneros que se
(con)funden en una experiencia única.
La
identidad es ese arduo y apasionante teorema que siempre falla porque
uno solo puede aproximarse a ella, jugando con los límites,
cuestionando lo conocido y lo desconocido: “todo es autorretrato”.
Pero también: “Pasa el tiempo y me voy pareciendo a mis
autorretratos”. Y tal vez, de entre los muchos temas que subyacen
del libro, ese sea el más decisivo. El cuestionamiento de la
identidad desde la pintura y la reflexión. Leemos en la entrada del
24 de febrero del segundo cuaderno: “Me interesa más rajar la
visión, como hizo Buñuel en Un perro andaluz,
que rajar la imagen, como ha hecho Lucio Fontana en sus series de los
años cincuenta”. Y creo que estas palabras contienen la esencia de
Hombre en azul, tanto
desde su autenticidad como desde su lado más filosófico.
Curieses/Bacon raja la imagen para colocar al lector/espectador
dentro del cuadro/jaula y observarse dentro de un espacio aislado.
Antes hablábamos de la
investigación de Curieses en la lectura (y la pintura) de Bacon,
pero no podemos soslayar que también es una escritura de alguien que
hasta ahora había publicado poesía, de ahí la importancia de este
libro en la trayectoria del autor, ampliando su propuesta, pero a la
vez, manteniendo gran coherencia poética con respecto a su obra
anterior: “Vincent Van Gogh: 'la jaula sigue allí y el pájaro
vive loco de dolor'”.
Óscar Curieses lleva
tiempo dialogando con otros lenguajes aparentemente ajenos a lo
propiamente literario. Prueba de ello, es su último libro de poesía
publicado hasta la fecha Hay una jaula en cada pájaro, donde
la poesía enlazaba su expresividad con la música experimental y la
performance. En Hombre en azul la
pintura se funde con la novela, el aforismo, la poesía o la
fotografía.
Si la
literatura expone problemáticas e indaga en ellas y plantea
preguntas (en la mayoría de los casos sin respuesta), Hombre en
azul sigue esta estela de exploración, no solo desde la
reflexión, sino también desde el juego y la diversión.
(Reseña publicada originariamente en El coloquio de los perros el 27 de octubre de 2014).
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