miércoles, 2 de diciembre de 2009

Dos poemas que aparecerán en mi libro Un hombre en el umbral (Ed. Amargord) en la primavera de 2010.


Paisaje en la niebla

El paisaje es una cortina de niebla que se come la luz, un lienzo que se sale del cuadro y brota hacia fuera. Las figuras son manchas que parecen hormigas extraviadas buscando los bordes del camino para no perderse en el abismo. Los pasos suenan en la lejanía como música de termitas sin demora, puntos oscuros que surgen de la nieve. Los ladridos de los perros atraviesan los resquicios del aire, devastados por la densidad del horizonte. Crepita todavía bajo tus pies la escarcha amontonada en el vacío del asfalto, donde se adivina la negrura de las grietas. La niebla parece luz arrancada en pedazos mientras en alguna parte un tren lleno de niños cruza la noche azul.

¿Es este el paisaje del exilio o es la escena de un sueño? Tal vez haya un agujero al final del camino, una frontera libre, mas no hay final en la niebla ni posibilidad de volver al pasado en este día sin memoria; por eso piensas que eres un superviviente que esboza unos pasos cercando la sima. Del silencio surge una figura emborrada que podría ser un transeúnte perdido, pero lo que ves es una figura en medio de un umbral de luz toda. Oyes una ruptura, un ruido amortiguado arrancado del vacío mientras sientes cómo la niebla se introduce en tus ojos y te alimenta en su voracidad.

Fotografías de la ciudad

Miras la tierra baldía incrustada a las paredes de las casas, el vuelo desmontado de los pájaros sucios del atardecer, los charcos pintados en mitad del asfalto, los coches de plomo que surgen de la nada y terminan en el vacío cotidiano.

Te diriges a casa para comprobar lo inevitable, las fotografías muestran el aire y los objetos que brotan hacia el vacío que nunca sabes dónde empieza ni dónde acaba. El musgo se cuela por tus ventanas con la velocidad de una bala y se refleja en el azogue de tus manos abiertas. El olvido que musguea en las paredes y polvorea en las ventanas. Sales de la habitación pero la habitación te persigue por la ciudad. Escarbas la tierra sin saber qué buscar y la tierra se traga tus manos. Miras el agujero y solo ves tierra húmeda. Sientes la tierra dislocada y áspera que agarra tus manos exhaustas.

Buscas un charco en el asfalto y te miras en él. El miedo te impide ver la verdad. Intentas reconocerte en tus manos que ahora son jirones de ceniza, brotes de tierra que de dirigen hacia la luz.

2 comentarios:

  1. buena mierda, bro...algunos esperamos con ganas el libro!
    Por cierto suerte con el blog...Lo principal..constancia y que no te asalte el desanimo...

    ResponderEliminar
  2. Gracias amigo Anacoreta Burgués... habrá que tener constancia, tienes toda la razón. Un abrazo!

    ResponderEliminar