viernes, 29 de junio de 2012

David Lynch: Crazy Clown Time


David Lynch tiene un mundo tan personal que incluso cuando se dedica a otros menesteres, como en este caso al videoclip y a la música, lo que vemos y lo que oímos destila Lynch por todos sus poros. El álbum al que pertenece esta canción lleva el mismo título, Crazy Clown Time. Sonidos extraños, voz en falsete, rasgueos de guitarra eléctrica, ritmo asincopado, imágenes turbadoras que bien pudieran recordarnos el retorcido mundo de Twin Peaks o Terciopelo azul. Muchos han comentado que se trata de un vídeo solo para fans. En todo caso, este videoclip me parece una pieza más del complejo, obsesivo y fascinante mundo lyncheano. Un mundo inquietante y lleno de autorreferencias.

lunes, 25 de junio de 2012

Notas de Jean-Luc Godard III



El cine está encarcelado.

*

Las mejores películas que he hecho son precisamente las que no he hecho.

*

En mi opinión, ya casi no se ven las películas porque, para mí, ver películas significa tener la posibilidad de compararlas.

*

Una imagen no puede ser más que imaginaria, precisamente porque es una imagen. Un reflejo. Como tu reflejo en un espejo. Lo real es, primero, tu persona y, después, la relación entre tu persona y este reflejo imaginario. Lo real es la relación que estableces entre tus diferentes reflejos, o tus diferentes fotos.



(Jean-Luc Godard. Pensar entre imágenes, edición de Nuria Adelman y Gonzalo de Lucas, Intermedio, 2010).

lunes, 18 de junio de 2012

Alcoholes y otras substancias, de José Viñals





Hace tan solo dos años, la Editora Regional de Extremadura nos deleitó con una antología poética del autor hispanoargentino José Viñals (nacido en 1930 en  Corralito, Argentina e hijo de españoles; vivió su infancia y juventud en Argentina, hasta que en 1979 emigró a España por motivos políticos y falleció en Málaga en 2009), un poeta poco conocido y sin embargo, cada vez más reconocido dentro de las poéticas laterales que combaten los cánones del poder establecido. Aquella antología titulada Caballo en el umbral, recogía parte de su obra poética entre los años 1958 y 2006 y supuso para el que esto escribe no solo un sorprendente descubrimiento, sino también una aparición musculosa, iluminadora, necesaria, en el siempre condescendiente panorama poético español.
Ahora, en 2012, como un acto de justicia poética, la editorial Amargord publica (en su recién estrenada colección Once) uno de los títulos más significativos de José Viñals, Alcoholes y otras substancias, redactado en 1993 y publicado por primera vez en el tercer volumen de su Poesía reunida en 1995; y de nuevo, los poetas y críticos Benito del Pliego y Andrés Fisher nos ofrecen, como ya hicieran en la citada antología, un prólogo clarificador sobre la poesía viñaliana y la importancia de su reedición.
Pocos poetas en España han escrito desde cierta ubicación marginal con tanta luz arrojada sobre la oscuridad y desde la oscuridad. Leopoldo María Panero, Antonio Gamoneda, José Viñals. No hay muchos más. Y en esa línea de poesía “oscura” y de raigambre vanguardista, heredera de un lenguaje prosaico (Aloysius Bertrand, Lautréamont, Rimbaud) que se amolda a los abismos del espíritu, y que por tanto, resulta incómodo para los lectores más mojigatos, se encuentra José Viñals.
Si bien Alcoholes y otras substancias se divide en cuatro secciones aparentemente muy diferentes, los poemas guardan una coherencia singular, tanto en su forma como en su contenido. Según el DRAE, la sustancia es: “ser, esencia o naturaleza de algo”. De ahí la connotación del título, que le permite a Viñals ahondar en los distintos estados de la conciencia para hablar del misterio del alma, de las verdades reveladores del sexo carnal o de cierta genealogía poética. Sin remilgos ni censuras. Porque la poesía también es aquello que no es poesía, y Viñals se ha ocupado de demostrarlo. Él mismo decía en una entrevista en 2008: “La poesía no tiene que ver con la literatura, sino con el espíritu”. Por ello, ese título, alusivo al mundo del alcohol y las drogas, es un pretexto para profundizar en el conocimiento de las cosas, así como para emprender un viaje por los distintos estratos de la lengua, con un uso del léxico procaz, dando cabida a lo fisiológico, lo físico, lo grotesco, y lo culto. “La materia del alma es infinita y carece de escrúpulos”, dice un verso de su poema “Gramática”, por otra parte, una sincera e irónica (Po)ética. En esa hibridación entre lo vulgar y lo culto, que además supone una reivindicación política, asistimos a un efecto chocante que combina una herencia más clásica con otra más vanguardista: “Y luego vengo yo, que como gallina en pepitoria y eructo sin piedad contra el rostro pulido de la luna”. O, por ejemplo: “Sobre la mesa ruda de la cocina acaba de fornicar la Bestia. Febriles y adiposos lucen aún los glúteos de la Dama”.
El uso de la prosa es otro rasgo característico en Viñals que resulta idóneo para su escritura híbrida. La prosa permite una gran flexibilidad y libertad que Viñals se ha encargado de explotar, tanto en el ritmo, como en la armazón de las estructuras sintácticas, con numerosos versículos carentes de verbos, paralelismos, anáforas, y combinaciones de sintagmas unidos por conjunciones, que parecen una reverberación de alucinaciones que son también verdades del alma e iluminaciones de la lengua.
Ante tanta osadía y cuestionamiento de la realidad, la ironía juega un papel principal a lo largo del poemario, algo que es extensible al resto de su obra. Por ejemplo, ya en el comienzo, el lector se topará con un personaje que es un trasunto del propio poeta, llamado “La Bestia” y con otro denominado “La Dama”. Asimismo, ese distanciamiento permite a Viñals hablar sin tapujos y deformar al personaje-sujeto, posibilitando un mayor juego de la alteridad. La ironía, brota como un poso de sabiduría y de carga crítica en poemas como “Hogareña”, “Elegías de Duino”, Poeta”, “Poeta menor” o “Gramática”.
Al final comprobamos cómo el lenguaje poético de Viñals se busca a sí mismo por medio de desplazamientos y transgresiones. Recordemos que Fisher y del Pliego señalaban en el prólogo, que a pesar del panorama conservador de los años 90 en la poesía española, hubo cabida para poéticas de “oposición crítica”. Y Viñals es, sin duda, uno de los poetas más visibles y prolíficos de las últimas décadas que sigue esa línea experimental, que a su vez constituye una relectura de la tradición, una tradición que debería ser heterogénea y multicultural, así como permeable hacia otras poéticas laterales. Gracias a él, la poesía en español tiene más verbosidad y da cabida a estructuras y tonos que antes no habíamos leído.
Viñals es uno de esos poetas que uno espera leer por su indagación en el lenguaje,  por su honestidad descarnada, por su incursión en el riesgo. Como decía el propio autor en una entrevista poco antes de morir: “La poesía también es un acto de resistencia, es un acto de conciencia”. Y en ese desplazamiento, que supone la poesía comprometida con la exploración de la lengua, se encuentra José Viñals.

(Reseña publicada en Culturamas el 10 de junio de 2012).

lunes, 11 de junio de 2012

Ray Bradbury (1920-2012)



Ha muerto Ray Bradbury, ese escritor -para muchos- de marcianos, de ciencia ficción, de frikis; autor de obras tan importantes como Crónicas marcianas (1950). Pero también, ese escritor que iluminó al mundo con una novela inteligente, una historia soberbia y un alcance visionario. Me refiero, claro está, a Fahrenheit 451, publicada en 1953. Recuerdo cómo la leí hace varios años con satisfacción y con sorpresa y cómo me hacía reflexionar sobre las cosas que pasan en el mundo. Pertenece a esa estirpe de novelas utópicas que desarrollan distopías, de la estirpe de Nosotros (1922), de Yevgeni Zamiatin, Un mundo feliz (1932), de Aldous Huxley o de 1984 (1949), de George Orwell. Novelas que te revelan no tanto el futuro, como el presente. Novelas que evidencian la manipulación y la falta de libertad de los sistemas totalitarios. Montag, que así se llama el protagonista, un día, se rebela ante el absurdo de la sociedad. Siempre me acuerdo de los bomberos que en vez de apagar fuegos los provocan para destruir libros. Porque en la sociedad utópica de Fahrenheit 451 está prohibido leer. Y no solo eso, todos hacen las mismas cosas y todos están controlados por el Gobierno. Menos unos pocos, unos locos románticos que viven al margen de la sociedad. La historia, como he dicho más arriba, es realmente atractiva. Por cierto, en 1966 François Truffaut hizo una versión cinematográfica más que digna. Pero lo mejor de todo, es que, según pasan los años, la novela se parece más a la realidad. O la realidad se parece cada vez más a la novela. Y eso da miedo.

miércoles, 6 de junio de 2012

Tres poemas de Yaiza Martínez


Una enseñanza es lo estrecho

Escalones adentrándose en la piel
caliza, arrinconada férrea
cúprica
azufrada

Mirar las fisuras lingüísticas
resistiendo
el temor a la oscuridad

Un fuego que expira humo barre la mente y otorga
geometría

Al hacerse matriz
lo estrecho gotea hacia la nube
infinita

*

Caminaba sobre el vértice de la raspa
como una mujer negra
cansada a pesar de todo
arando con las uñas

el verano fue tan apretado como un ovillo:
sus cuerpos chapoteaban contra mí
mientras con mis huesos hacíamos la cabaña

sobre ella la sal
de sus vocecitas


antes del amanecer lloraban

*

Llevaba un jersey gris aquella tarde
Los niños corrieron hacia las puertas automáticas del
            supermercado

Le miré al interior de los ojos y no le vi dentro de sus ojos:
una maraña de ideas ocultaba su alma como un zarzal.

Acerqué la mano para acariciar lo que recordaba de él


en la cuna de paja
una huella caliente



(Yaiza Martínez, El hogar de los animales Ada, Devenir, 2007).