lunes, 28 de enero de 2013

Rimbaud, Deadwood & Dean Man: poesía y violencia en la germinación del Capitalismo




¿Qué tienen en común el poeta francés Arthur Rimbaud y la serie estadounidense Deadwood?

La serie de tv Deadwood (tres temporadas: 2004-2006, producida por la HBO) está basada en el Viejo Oeste americano y transcurre en el año 1876. En un pueblo real, llamado precisamente Deadwood (Dakota del Sur), coinciden un puñado de atractivos personajes históricos, como Wild Bill Hickok,  Al Swereangen o Seth Bullock (incluso, Wyatt Earp aparece en la serie esporádicamente). Todo lo que sucede en Deadwood gira alrededor de la fiebre del oro, los tratados con los sioux, la llegada de las leyes de anexión de territorios de los Estados Unidos (el pueblo está asentado ilegalmente en un territorio arrebatado a los indios, llamados “infieles” por los blancos), la lucha de los comisionados y empresarios que han visto posibilidades de hacer dinero en este pueblucho lleno de barro y polvo, pero que esconde en sus minas el tan ansiado oro; un contexto complejo y salvaje que narra cómo germina una sociedad capitalista, levantada sobre el dinero, capaz de comprarlo todo, desde la libertad de un individuo hasta las mismas leyes.

1876. En otro lado del mundo, en Europa, el joven poeta francés Arthur Rimbaud ya había terminado dos libros fundamentales para el devenir de la poesía moderna: Una temporada en el infierno e Iluminaciones, escritos con un lenguaje violento y rompedor, tanto en su ética como en su estética. Hacia esa fecha, Rimbaud había abandonado la escritura y se había involucrado en otro tipo de vida, partiendo a África y Asia, y comerciando con armas y con marfil. Esa ruptura con la literatura fue abrupta, entrando en un vacío poético a la vez que salvaje, por cuanto tiene de revelador. De hecho, siempre ha habido un interés casi mitológico sobre qué significa ese vacío, teniendo en cuenta que Rimbaud era un visionario. El gran “blanco” de Rimbaud. Tal vez, la causa fue el horror de la sociedad violenta y posteriormente se fue directo hacia él, porque el mundo no tenía escapatoria. El mismo horror que vivió Kurtz en El corazón de las tinieblas, el mismo horror que puede apreciarse en algunos capítulos de Deadwood.




Rimbaud percibía la decadencia de Occidente desde adolescente. Esto puede apreciarse no solo en su correspondencia, como en las famosas “Cartas del Vidente”, sino también en sus poemas, como el titulado “Lo imposible” (perteneciente a Una temporada en el infierno), un texto articulado sobre la idea de un Occidente decadente y emponzoñado: “Para qué un mundo moderno, si se inventan semejantes venenos”. (Parece como si las palabras de Rimbaud, que todavía resuenan en mi cabeza, me hablaran del mundo en el que vivo, del Occidente actual, 140 años después de que el poeta francés lo sintiera y lo escribiera).

Pero volvamos al salvaje Oeste. Me viene a la cabeza otra obra maestra del género (aunque se trata de una deformación del Western): Dead Man, película dirigida por Jim Jarmusch en 1995; y compruebo, con deleitación y sorpresa, que transcurre en 1876. Y caigo en la cuenta del juego entre poesía expresionista y violencia de este bello film, que es ante todo, un poema fílmico. Imágenes potentes y un blanco y negro que destila intimismo.  El filme habla sobre un contable llamado William Blake, un hombre perdido en una sociedad hostil y llena de ponzoña (la de la extorsión y la corrupción, como estratagemas para alcanzar el dinero, lo mismo que mueve a los personajes de Deadwood, la misma a la que aludía Rimbaud en su poema “Lo imposible”). Blake llega a un pueblo llamado Machine para firmar un contrato laboral (situación similar a la del protagonista de El Castillo de Kafka), pero le dicen que su puesto ha sido ocupado por otro y a partir de ahí, Blake, empecinado en resolver esa injusticia (como el personaje kafkiano), se ve inmerso en una vorágine de brutalidad y muerte. Más adelante, Blake es confundido con el poeta y pintor inglés romántico William Blake por un indio (un “salvaje”) que se hace llamar Nobody, quien cree que se trata del famoso poeta. Pero en el mundo del salvaje Oeste las cosas se resuelven a balazos. Por eso, Nobody le dice al contable/poeta Blake: “Ahora tus poemas serán escritos con sangre”. Civilización y barbarie se funden y se confunden, reflejando que el progreso tecnológico del Capitalismo no trae consigo el progreso cultural deseado. 



En uno de los últimos episodios de la primera temporada de Deadwood, dice un personaje:

-“Necesito una conciencia limpia”
-“Igual que todos”, le responde Al Swearengen.

La conciencia es algo que queda en un segundo plano cuando el dinero y el poder entran en juego (el alcohol o el sexo ayudan a disiparla, al menos en el caso de Swearengen). Porque la violencia es la base sobre la que se levanta la sociedad, y Al Swearengen lo sabe, por eso su mirada resulta impertérrita ante los sangrientos hechos que acaecen en Deadwood y por ello su frialdad puede parecernos desoladora (como la de Tony Soprano en Los Soprano o la de Avon Barcksdale en The Wire. Tres series mayúsculas, por cierto, que analizan distintos tipos de sociedad corrupta y violenta).

Me he preguntado varias veces cómo sería la conciencia de Rimbaud después de escribir sus poemas, pues comercializó con armas y se dijo que posiblemente incluso con esclavos. En Deadwood se comercia con prostitutas (tanto Al Swearengen como Cy Tolliver regentan sendos prostíbulos) e incluso la comunidad china mantiene a sus prostitutas drogadas dentro de jaulas. Y curiosamente, el prostíbulo que abre Tolliver es visto por los ciudadanos de Deadwood como un símbolo de modernidad.

Hay un episodio en el que Joannie Stubss, una madama que intenta dejar atrás su vida junto a Cy Tolliver, camina por el asentamiento chino de Deadwood y ve unos cerdos devorando restos humanos. Stubbs siente el horror de esa modernidad, el mismo seguramente del que hablaba Kurtz en El corazón de las tinieblas. Llegados a este punto, ¿quién no querría tener una conciencia limpia?

En 1876 Europa exterminaba indígenas africanos y América (la América blanca de emigrantes europeos) aniquilaba indígenas americanos; ambos continentes, levantaban la sociedad que todavía hoy pervive a partir del horror y la extorsión. La modernidad, tanto en la poesía de Rimbaud como en la sociedad capitalista incipiente del lejano Oeste y en la Europa colonial se levantan sobre la violencia. Y nosotros, solo podemos atestiguarlo.