viernes, 27 de abril de 2018

"Pessoa. Todo arte es una forma de literatura"

Jose de Almada Negreiros, Retrato de Fernando Pessoa,1964,  Museu  Calouste Gulbekian.


La exposición “Pessoa. Todo arte es una forma de literatura”, en el Museo Reina Sofía de Madrid está dedicada al poeta lisboeta, pero también contiene una representación importante de artistas portugueses coetáneos al autor del Libro del desasosiego como José de Almada Negreiros, Amadeo de Souza-Cardoso, Eduardo Viana o Santa Rita Pintor.

Por un lado, nos encontramos con varios escritos del autor que evidencian su capacidad para expresar ideas sobre arte y cómo nos relacionamos con el arte desde un punto de vista sensorial e intelectual. También destacan numerosos manuscritos originales, revistas, etc, que demuestran la enorme capacidad creativa del autor de los heterónimos, en la época de vanguardias. Recordemos que Pessoa tuvo distintos heterónimos (pseudónimos que tenían personalidad y biografías propias) y cada uno de ellos tiene su propia poética y estilo. Los más conocidos son Alberto Caeiro, Ricardo Reis, Alvaro de Campos y Bernardo Soares.

Fernando Pessoa fue un poeta con muchos estilos que resulta realmente fascinante y es un buen ejemplo para comprender gran parte de la poesía de la primera mitad del siglo XX y algunos de sus elementos más destacables: la otredad, la expresividad, la reflexión o el lenguaje paradógico.




Añado un texto representativo del poeta portugués que se puede ver en la exposición:

1. La base de todo arte es la sensación.

2. Para pasar de la mera emoción sin sentido a la emoción artística, o susceptible de volverse artística, esa sensación ha de ser intelectualizada. Una sensación intelectualizada sigue dos procesos sucesivos: es, primero, la conciencia de esa sensación, y este hecho de haber conciencia de una sensación la transforma ya en una sensación de orden diferente; es, después, una conciencia de esa conciencia, esto es, después de una sensación ser concebida como tal –lo que produce la emoción artística- esa sensación pasa a ser concebida como intelectualizada, lo que produce el poder ser ella expresada. Tenemos, pues:

  1. La sensación, puramente tal.
  2. La conciencia de esa sensación, que da a esa sensación un valor, y, por tanto, un       carácter estético.
  3. La conciencia de esa conciencia de la sensación, de donde resulta una intelectualización de una intelectualización, esto es, el poder de expresión.

3. Ahora bien, toda sensación es compleja, esto es, toda sensación está compuesta por más que el elemento simple en que parece consistir. Está compuesta de los siguientes elementos: a) la sensación del objeto sentido; b) el recuerdo de objetos análogos y otros que inevitable y espontáneamente se juntan a esa sensación: c) la vaga sensación del estado de alma en que tal sensación se siente; d) la sensación primitiva de la personalidad de la persona que siente. La más simple de las sensaciones incluye, sin que se sienta, todos estos elementos.

4. Pero, cuando la sensación pasa a ser intelectualizada, resulta que se descompone. ¿Por qué?; ¿qué es una sensación intelectualizada? Una de tres cosas: a) una sensación descompuesta por el análisis instintivo o dirigido, en sus elementos componentes; b) una sensación a la que se agrega conscientemente algún otro elemento que en ella, incluso indistintamente, no existe; c) una sensación que intencionadamente se falsea para sacar de ella un efecto definido, que no existe primitivamente en ella. Son estas las tres posibilidades de la intelectualización de la sensación.


(Fernando Pessoa, "La base de todo arte es la sensación", 1916).

(Exposición hasta el 7 de mayo. Más información aquí).

miércoles, 11 de abril de 2018

Tomas Tranströmer: dos poemas

Imagen extraída de www.elcultural.com

Meditación agitada

Una tormenta hace girar las aspas del molino
que salvajemente, en la oscuridad de la noche, muele la nada.
Las mismas leyes te mantienen despierto.
La panza del tiburón gris es tu débil lámpara.

Recuerdos difusos se hunden en la profundidad del mar
y allí se petrifican junto a extrañas columnas. Verde
de algas está tu muleta. Quien
se va hacia la mar regresa líquido.

*

Cara a cara

El febrero lo vivo estaba inmóvil.
Los pájaros preferían no volar y el alma
roía el paisaje como un barco
roza en el muelle al cual está amarrado.

Los árboles nos daban la espalda.
La altura de la nieve se medía con juncos.
Envejecían las huellas de pasos sobre el hielo.
Se derretía el lenguaje bajo un toldo.

Algo llegó hasta la ventana un día.
Se detuvo el trabajo, yo levanté la vista.
Los colores ardían. Todo se dio la vuelta.
El mundo y yo dimos un salto el uno hacia el otro.

(Tomas Tranströmer, El cielo a medio hacer, Nórdica Libros, 2010. Traducción de Roberto Mascaró).