lunes, 25 de febrero de 2013

Ray Loriga: Tokio ya no nos quiere



Y llueve y se hace tarde y toda la tristeza del mundo no cambia nada.

*

Mi cabeza vuelve a ser incapaz de soportar toda la química que mi corazón necesita.

*

El dueño de la química es el dueño del presente.

*

El amor es tan real como el resto de las cosas imaginadas.

*

No son fantasmas, porque los fantasmas no llevan botas ni dejan huellas en la nieve.


(Ray Loriga, Tokio ya no nos quiere, Plaza y Janés, 1999).

lunes, 18 de febrero de 2013

Road Movie


Hace unos días ha salido publicado mi segundo libro de poesía, titulado Road Movie (Amargord, 2012), con prólogo de Raúl Quinto (que puede leerse aquí). Aprovecho para publicar un poema del libro. 



El alba rota
[Variaciones sobre Easy Rider]


i


El cielo se come los trozos de prado que salen de las montañas.

Como escenas de un sueño agarrado a los ojos de un lobo 
dormido, dos siluetas recorren los bordes del infierno.

Como un escarabajo perdido en las grietas de la tierra seca,
miras el movimiento del inmenso desierto en el cielo
sobre los tejados de madera
y los campos de trigo y maíz.

Dos hombres levantan piedras con sus manos de paja
y bailan la luna en la noche malva
y roja.


ii


Solo quedan huellas mudas en lo profundo del bosque.
Grillos de madera
que se esconden en la noche de fuego.

Las pisadas de los coyotes surcan los látigos de la madrugada
y las llamas se propagan hacia los sueños   rotos
y olvidados.


iii


Sobre el amanecer naranja brota un hálito de malvas 
negros y un viento metálico que no se detiene.

Una iguana dibuja su canto sobre el alba rota.

Ahora asoman sombreros de desconfianza y botas 
de miedo.

Todo es un disfraz ante la cara mascarada del infierno.


iv


Se levantan sobre los camiones y las motocicletas y las 
gasolineras dos jaulas olvidadas en el desierto.

Ruidos de guitarras abandonadas y calor de baterías para 
postergar la madrugada.

Por la mañana todas las miradas son azules
y blancas.


v


La bruma de la aurora esconde padres que lloran hijos 
en los bordes de las carreteras y madres que alimentan 
la sangre de la intemperie.

Las tumbas preceden al silencio azotado por ángeles 
de barro.

Los perros y los coyotes devoran la luz hecha pedazos.

El alba.

Cuando el sol aprieta, las motocicletas se dirigen hacia 
sus pastos verdes, más hermosas que caballos salvajes.



domingo, 10 de febrero de 2013

Georges Perec: tentativa de agotamiento de un lugar parisino



Tentativa de agotamiento de un lugar parisino, de Georges Perec. Editorial Gustavo Gili, Barcelona, 2012. Traducción de Maurici Pla.

Los libros de Georges Perec son inclasificables, y sin embargo, este librito es un intento de clasificar distintos acontecimientos, situaciones y objetos, de un rincón de París. Georges Perec asumió este experimento durante tres días del mes de octubre de 1974, ubicándose en distintos puntos de la plaza de Saint-Sulpice a distintas horas del día, mientras anotaba lo que veía. Imaginemos que cualquiera de ustedes se sienta en una plaza o tras un ventanal de un café o un hotel y se dispusiera a observar todo cuando acontece en ese rincón. Como escenas de una película casi muda (aunque con sonido ambiente), usted podría no solo mirar, sino anotar las cosas que le llaman la atención. Durante esos minutos, usted sería alguien privilegiado, pues esa plaza, una parte pequeña y casi ínfima de la ciudad, estaría a sus pies y usted repararía en detalles ínfimos sobre los que nadie más fijaría su atención. La vida está llena de momentos que solemos obviar, y Perec se encarga en Tentativa de agotamiento de un lugar parisino de demostrarlo.

Si alguien se asoma a este libro con curiosidad, encontrará no pocas excusas para comparar objetos, comportamientos o situaciones con la actualidad y comprobará cómo ha cambiado la configuración de la vida de una calle parisina, madrileña o mexicana de 1974 con respecto a la actualidad. Por ejemplo, se me ocurre pensar que tal vez en estos tiempos, las librerías o pequeños comercios serían sustituidos por tiendas de móviles, bancos o franquicias de ropa… Y tal vez sea ese uno de los objetivos del autor francés: minusculizar la realidad y detenerla para, con el paso del tiempo, constatar cómo se ha ido transformando.

¿Qué es la ciudad sino una suma de pequeños objetos, y qué es el hombre moderno sino un cúmulo de anodinas experiencias cotidianas? Perec, que decía en su novela W o el recuerdo de la infancia: “Ahora, los recuerdos existen, fugaces o tenaces, fútiles o pesados, pero nada los pone en orden”, trata de reconstruir el vacío en la mayoría de sus libros. En algunos casos el vacío lo constituye una letra; en otros, un recuerdo; en Tentativa de agotamiento de un lugar parisino, el vacío es el tiempo en su momento presente, ligado al espacio urbano. Todo cuanto sucede desde el rincón de Perec, es cuidadosamente anotado, precisamente porque es banal y porque además desaparece al instante. Y eso, que parece una experiencia vacía, constituye por sí mismo un intento de recuperar la vida. Muchas veces la realidad cotidiana se nos escapa, pero está repleta de momentos anodinos que acaban conformando “lo que ocurre cuando no ocurre nada”.

Perec define muy bien la concentración del espacio urbano que contiene “varias decenas, varios centenares de acciones simultáneas, de microacontecimientos, que implican cada uno de ellos posturas, actos motores, gastos de energía específicos”. Eso es la vida en la gran ciudad, el agotamiento de las acciones, de los actos físicos, de los recorridos y los movimientos. El observador es un narrador en tercera persona testigo, y ese es otro de los atractivos de este libro, pues en la frialdad de esa lejanía del sujeto-narrador se asienta la esencia del voyeur, del verdadero narrador que contempla sin llegar a participar en la acción. A su vez, se trata de un ejercicio puramente descriptivo, algo constante en la obra Perec, pues en ese detallismo aparentemente clínico se concentra una mirada incisiva y poética de la realidad. A veces, en esa anotación de acontecimientos cotidianos, se vislumbran reflejos del sentido de la vida: “Lo demás parece aleatorio, improbable, anárquico. Los autobuses pasan porque tienen que pasar”. 

Para Perec, muchas veces lo no literario forma parte de lo literario, y al revés. Si lo pensamos bien, este libro, así como otros del autor francés (tales como Me acuerdo, Especies de espacios o Lo infraordinario) son radicales –todavía hoy- en sus propuestas, por cuanto tiene de antiliterario, por cuanto es capaz de aglutinar su literatura.

Merece una mención aparte la cuidada edición de la editorial Gustavo Gili, curiosamente –o no tan curiosamente-, una editorial de arquitectura, diseño, moda, arte y fotografía.