jueves, 17 de marzo de 2022

Observer -System Redux-: dentro de la pesadilla


 

Observer -System Redux-


Hay videojuegos que aprovechan su poder visual y su capacidad inmersiva para atraer a determinados jugadores; otros, experimentan con su narrativa, proponen vericuetos poco o nada transitados, a sabiendas de que no llegarán a todos los públicos, pero aportan una dosis de innovación que muchos obvian. Algo de todo esto tiene Observer System Redux, un título que combina la aventura narrativa con ambientación ciberpunk y tintes de thriller psicológico. 


Desarrollado por el estudio polaco Boober Team (The Medium, Layers of Fear), Observer System Redux (que es una versión remasterizada del juego que salió en 2017) me ha sorprendido, gracias a sus escenas oníricas y una ambientación ciberpunk muy peculiar, donde destaca la estética retrofuturista, que recuerda un poco al artista sueco Simon Stålenhag, con sus televisores de tubo, monitores analógicos y mobiliario antiguo en un mundo distópico violento y decadente, donde existe la capacidad de hackear la mente de las personas. 


La historia se ambienta en el año 2084, en Cracovia (Polonia). Tomamos el control de Daniel Lazarski (encarnado por Rutger Hauer, actor del famoso replicante de Blade Runner), un observer; es decir, un policía que puede acceder a las mentes de las víctimas para buscar pruebas en los casos que investiga. Tras una extraña llamada de su hijo, debemos acudir a un bloque de apartamentos para intentar dilucidar qué ha ocurrido. Tanto la jugabilidad como la trama se basan en la investigación y búsqueda de pistas y a partir de ahí, tendremos que recorrer y explorar los pasillos y apartamentos de un edificio laberíntico a la vez que sórdido, interrogar a los inquilinos, así como acceder a la mente de las víctimas con las que nos vamos encontrando. También podremos escanear lugares u objetos, e incluso en algunas situaciones nos tendremos que esconder de un extraño enemigo. 


La jugabilidad es algo escasa, pero se suple con la exploración y el interés por saber qué está ocurriendo, junto a una ambientación y diseño artístico muy cuidados. Hay espacios cerrados, repletos de pantallas analógicas, como si fueran miles de ojos observándonos (o controlándonos, como el “panóptico” de Foucault); pasillos laberínticos, con cables por doquier, como si el edificio tuviera vida y se encontrara destripado y nosotros estuviéramos en sus entrañas. Aunque lo más fascinante es la fuerza visual que emana de sus escenas oníricas, donde uno no sabe muy bien qué está ocurriendo. Hay escenas que parecen salidas de un viaje de ácido o un cadáver exquisito al más puro estilo surrealista. 





Resulta también sugerente cómo se dibuja una sociedad capitalista cada vez más polarizada, formada por una jerarquía social donde los contrastes son muy notorios. La mayoría de personas “llanas” viven frustradas o se conectan a la realidad virtual para sobrellevar mejor sus míseras vidas, mientras hay miedo de salir a la calle o a sufrir la nanofagia (enfermedad producida por los implantes defectuosos). 


Según Bruce Sterling, uno de los padres del ciberpunk literario, algunos temas centrales de este subgénero de la ciencia ficción son “el problema de la invasión del cuerpo con miembros protésicos, circuitos implantados, cirugía plástica o alteración genética”, algo que evidentemente afecta a la mente y al propio cuerpo, y esto es uno de los motivos centrales de Observer. El juego del estudio polaco desarrolla eficientemente cómo la neuroquímica o la inteligencia artificial reconfiguran la naturaleza humana, lo que provoca una constante sensación de soledad y paranoia a lo largo de todo el juego, que intensifica todavía más la inmersión en su historia. Como en Una mirada a la oscuridad, la estupenda película dirigida por Richard Linklater basada en la novela de Philip K. Dick, la realidad esconde distintas variantes y los propios protagonistas dudan hasta de ellos mismos. A veces, parece que Dan pierde la noción de la realidad, pues se mezclan recuerdos y experiencias de sus víctimas con los suyos propios y el resultado es una acumulación de escenas turbulentas a la vez que oníricas (que pueden recordar a David Cronenberg, Vincenzo Natali o Terry Gilliam), con tal fuerza e intensidad, que a veces hay que parar el juego.


Por otra parte, creo que se podría haber tirado del hilo de algunas de las microhistorias que se apuntan en las conversaciones de los vecinos a los que interroga Dan, pues apenas podemos saber más de las vidas de esos personajes y apuntan suficiente atractivo como para saber más (aunque esto habría obligado a extender mucho más la historia). Se intuye, más que se muestra, una sociedad violenta manejada por las megacorporaciones. En este sentido, Observer comparte con algunas novelas o películas míticas del género una visión de la sociedad violenta y controladora que somete o aliena a sus personajes (Blade Runner, Akira, Neuromante, Cyberpunk 2077…). En todo caso, hay un mundo devastado por el propio sistema, una especie de Saturno devorando a sus hijos.


El universo de Observer es oscuro, delirante y claustrofóbico. Esto, que puede hacer recular a muchos, a mí, en cambio, me parece un acierto, porque logra transmitir su atmósfera pesadillesca y aumenta la inmersión en su mundo tan especial.


(Observer System Redux. Xbox One, Xbox Series X/S; PS4, PS5; Nitendo Switch; PC y Mac).

sábado, 5 de marzo de 2022

Nocilla Dream, de Agustín Fernández Mallo



Un espía quiere enviar el mensaje: “El armamento nuclear está ubicado en…”. Para ello, lo codifica cambiando las letras de la frase por otras que elige al azar: la e por la h, la l por la k, la a por la v, etc. de manera que el mensaje queda: “hk vjtvthbil bñwkhvj…”. En caso de que el enemigo intercepte el mensaje, ¿tiene alguna posibilidad de descifrarlo? Si el mensaje es lo suficientemente largo la respuesta es que sí tiene probabilidades. Porque en cada lengua las letras tienen una frecuencia de aparición en los textos bastante determinada. Solo hace falta contar el nº de veces que se repite cada letra en la versión codificada, y hacerla corresponder con la letra que en el lenguaje normal posee una idéntica frecuencia de aparición.


Jérome Segal


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A 50 años luz de distancia de la Tierra, en la constelación de Centauro se halla el diamante más grande jamás visto. Se trata de la estrella BPM37093, una enana blanca cristalizada, el último estadio al que están condenadas las estrellas de dimensiones parecidas al Sol después de consumir reacciones nucleares todo su helio e hidrógeno. Dentro de 5000 millones de años nuestro sol se convertirá en una enana blanca que tras 2000 millones de años más morirá en forma de otro gigantesco diamante en el corazón de nuestra galaxia. Nadie podrá ver su brillo latir. También todos estaremos muertos.


(Agustín Fernández Mallo, Nocilla Dream. Candaya, 2008).