martes, 23 de julio de 2013

Mohamed Chukri: la mirada huérfana


Mohamed Chukri nació en una aldea del Rif (Marruecos) en 1935. Tuvo que abandonar su pueblo debido al hambre y a la deserción de su padre al ejército colonial español. Siendo analfabeto hasta los veinte años, aprendió a leer y escribir y se convirtió en escritor. Todo esto se cuenta en sus dos libros El pan desnudo Tiempo de errores. En ellos Churkri muestra el lado oscuro de la vida de Marruecos, la pobreza de un país que mira cómo el ejército español deambula por sus calles en la época del Protectorado. Murió en 2003, a la edad de sesenta y ocho años, a pesar de sus insistentes ganas de seguir dando guerra en su Marruecos natal.

El pan desnudo, Tiempo de errores y Rostros, amores, maldiciones son sus tres grandes libros traducidos al español. Es una trilogía autobiográfica, ya que a lo largo de los tres libros encontramos un hilo –sintético y cortado numerosas veces- de su vida, desde que es un niño y abandona su pueblo natal, pasando por varias ciudades como Larache, Tetuán o Tánger, ciudad esta última donde vivirá hasta la vejez.

Su primera novela fue un golpe de efecto que rápidamente se tradujo a los principales idiomas del mundo. El pan desnudo es una visión descarnada de la vida del pequeño Mohamed que tiene que luchar para sobrevivir de la pobreza que asola a su familia, del abuso dictatorial  de un padre carcomido por el dolor y la culpa, todo ello con un sentido apego a la vida, y en ocasiones con un ansiado vivir poético. El estilo es uno de los aspectos más interesantes en Chukri: conciso y a veces hasta parco, pero lleno de fuerza y visualidad; frases cortas, directas, sin fisuras, limpias como un hueso y poéticas como un desierto.

Hay una deuda con la novela picaresca que es indudable. Da igual si Chukri leyó El Lazarillo (lo más probable es que sí lo leyera porque era un gran lector de literatura en español), pero lo cierto es que los pasajes salvajes, el hambre, los primeros trabajos, los primeros escarceos sexuales, recuerdan esta novela y rasgos propios del género picaresco, con un submundo lleno de putas, malhechores, bebedores, aventureros, pero sobre todo, supervivientes del arduo día a día.

Sin embargo, insisto, Chukri siempre tiene un hueco para la ternura, para la mirada buscadora de belleza, y es que el escritor marroquí encuentra poesía en la miseria, en la obscenidad de los burdeles tangerinos, en el polvo y los harapos, en la sordidez de la vida cotidiana de un Marruecos pobre y bello. En esto es indudable su analogía con el escritor norteamericano Charles Bukowski. Pero no olvidemos que Chukri publicó El pan desnudo en 1972, por lo que es prácticamente imposible que conociese la obra de Bukowski. Lo digo porque muchas veces han denominado a Chukri el Bukowski árabe, pero habría que preguntarse si no es Bukowski el Chukri occidental o estadounidense. En todo caso, es cierto que tienen muchas cosas en común; ambos escriben sin morderse la lengua sobre el vacío de la sociedad y la supervivencia del mundo marginal, los dos con estilos más o menos similares. Podemos apreciar así que EEUU (Occidente) y Marruecos (Oriente musulmán) están mucho más unidos de lo que muchos creemos.

Hay tres temas que son recurrentes en los tres libros: la pobreza, la soledad y el sexo. Y los tres se funden como expiación para sobrevivir, con la ambigüedad del que se mueve en la sordidez pero encuentra, en esa misma sordidez, un lugar común donde reconocerse. En El pan desnudo apreciamos una prosa sintética, con importantes elipsis que el lector deberá recomponer, pero también reflexionar acerca de su naturaleza. La fragmentación nos indica cuán efímera es la vida, así como intensa y en ocasiones dramática. Siempre con un Marruecos sin libertad de fondo, repleto de tropas españolas y estadounidenses, el pequeño Mohamed encuentra su cara libertad que no es otra que la del marginado, con todo el precio que tiene que pagar, resuelto de manera magistral en la última frase del libro. Tiempo de errores, es una continuación lógica y lineal. Mohamed deja de ser un niño y experimenta con las drogas y conoce el amor, pero sobre todo el sexo. Los 60 son el cambio para cierto Marruecos: los hoteles de lujo, las discotecas, las nuevas generaciones. Incluso Tánger se pone de moda para los beatniks y escritores aventureros en busca del exotismo tangeriano; Kerouac, Paul Bowles, Genet... pero el Marruecos que conoce Mohamed y la mayoría de los marroquíes es otro.  Lo más interesante de esta novela es el cambio de Mohamed. Anclado en las calles, siempre muestra un ápice de cordura y descubre la escritura y posteriormente la literatura. Desde entonces, la literatura será su salvación: soñar con otras vidas y llegar al conocimiento, lo que no le permite la vida real. Chukri llegaría a afirmar: “La verdadera vida hay que buscarla en los libros”. Y que esto lo escriba alguien como él dice mucho de su amor y devoción por la literatura. Sin embargo, Mohamed tiene problemas de salud mental y pasa temporadas en un psiquiátrico, de donde resultan inolvidables algunos pasajes que reflejan muy bien la incomprensión y la dramática cordura de los enfermos.

Tres libros como tres etapas de la vida. La niñez o infancia en El pan desnudo, la adolescencia y juventud en Tiempo de errores, y por último la vejez, lo que retrata con una sapiencia excepcional Rostros, amores, maldiciones. Chukri ha vivido mucho, y quiere rendir un homenaje a Tánger, que ya no es lo que era, como él mismo explicita en las primeras páginas, a alguna puta que fue especial para él y a curiosos personajes repletos de locura y soledad, pero en general a toda una vida. A medio camino entre los relatos, las memorias y las misceláneas. Algunas opiniones son significativas: “Y es que cuando me busco en los otros, vuelvo la mayoría de las veces a mí mismo”. Al final la soledad acaba siendo un bálsamo ante tanta desidia. Ahora el tono es altamente reflexivo y la acción y la intensidad de las calles y los burdeles se han convertido en recuerdos y digresiones de un hombre que fuma y bebe en silencio, alejado del bullicio, escondido en el final de una barra o sentado en un rincón oscuro de un bar y cubierto de sombra, mientras lo único que brilla tras la penumbra son sus ojos tristes y felinos.

Todo es un modo de expiación para Chukri, un intento de seguir para adelante y superar la adversidad con intensidad, venciendo el miedo, el pasado y hasta el futuro, no ahogarse en la sordidez, el hambre y la falta de cariño. Mohamed Chukri no sabía leer ni escribir con veinte años y acabó siendo un importante escritor, pero no sólo eso, ya que, como él mismo ha contado en varias entrevistas, aprendió español y leyó mucha literatura española e hispanoamericana, y no en vano tradujo al árabe a autores como Lorca, Machado o Aleixandre. Chukri demostró que la vida es una recta y que ante la adversidad se pueden conseguir logros que en un principio parecen imposibles, gracias a la fuerza de voluntad y constancia. Y esto lo alcanzó alguien que, como él mismo decía, bebió bares enteros y arrasó con bibliotecas llenas de libros. Escurridizo como una culebra y con la destreza de un felino.


(Artículo publicado originariamente en www.deriva.org en 2004).

lunes, 15 de julio de 2013

Aerolitos de Carlos Edmundo de Ory (II)

La risa es el sexo del alma.

                    *

Homo Humus.

                    *

Informo al mundo de mis aullidos.

                    *

El sueño es el dueño de la noche.

                    *

Os ordeno no ser esclavos de órdenes.

                    *

Ver un pájaro libre es estar en una jaula.



(Carlos Edmundo de Ory, Los aerolitos, Madrid, Calambur, 2005).

martes, 9 de julio de 2013

Tony Soprano era James Gandolfini



Hace tan solo unos días, fallecía prematuramente en Italia el actor estadounidense James Gandolfini (1961-2013), conocido y reconocido, sobre todo, a partir de su papel de Tony Soprano en la serie Los Soprano. La serie, una verdadera referencia de la cultura contemporánea (más allá de la televisión), refleja entre otras cosas, los tejemanejes de la mafia de Nueva Jersey, pero también profundiza (como pocas veces se ha visto en la pantalla) en la compleja personalidad de su protagonista, Tony Soprano, un padre de familia, y un jefe de la mafia.

He aquí una escena corta y llena de tensión que muestra a un actor que no parece un actor. Para mí eso es ser un gran actor. Yo no veo a James Gandolfini (al que he visto en otras películas), yo veo a Tony Soprano, y además de acojonar, también emociona. Su fuerza, su presencia, su complejidad psicológica. Gandolfini ha muerto, pero no Tony Soprano.