jueves, 28 de octubre de 2010

Diario de un fantasma, de Nicolas de Crécy



Diario de un fantasma, de Nicolas de Crécy (Ed. Ponent Mon, 2007).

Dentro del actual panorama del cómic francobelga (ya es una realidad desde hace años que la “La Nouvelle Bande Dessinée” -literalmente, “El Nuevo Cómic o Tebeo”- francobelga vive un momento prolífico y rico en propuestas), hay que decir que están creando nuevas ideas que ayudan a renovar el lenguaje del noveno arte. Es por ello que mucha gente habla de Nouvelle BD (Pascal Rabaté, Joann Sfar, David B, Blutch, Christophe Blain, Nicolas De Crécy, Dupuy & Berberian), y no les falta razón si nos atenemos a la calidad de muchas de sus publicaciones y a la prolijidad de sus mejores autores. Además, muchas de las propuestas de estos autores suponen historias narradas desde varios puntos de vista, cuestionando e investigando las posibilidades expresivas del cómic.

Diario de un fantasma narra en dos partes un atípico diario de viaje en dos países muy distintos. La primera parte transcurre en Nagoya, Japón, la segunda en Recife, Brasil. El protagonista es un extraño ser que bien podría ser un fantasma, pero que ante todo, es una metáfora de la creación, del estilo, de la forma, que necesita observar la realidad para después poder dibujar un cómic; recrear una realidad y darle forma artística. Esto es lo que subyace a las dos historias, pero externamente asistimos a una especie de diario de viaje, descubriendo realidades nuevas para el viajero. Japón como un crisol de modernidad e imagen, Brasil como un magma de pobreza social a la vez que una importante fuente de inspiración artística y espiritual.

Lo más notable es la reflexión sobre la mirada y la imagen que de Crécy logra llevar a cabo, así como todo lo que concierne el proceso creativo del artista de cómic, siempre tamizado con un fino humor que muchas veces se torna crítico con la sociedad (ya sea el mundo moderno y la publicidad o el merchandising del mundo del cómic) y que también sabe ser autocrítico, por lo que al final resulta una lectura heterogénea, divertida y original. Así, como la mayoría de compañeros de generación, Nicolas de Crécy aprovecha una historia un tanto volátil para investigar en las formas, experimentar con el grafismo, en un intento de una nueva manera de contar, sin desligar el importante componente reflexivo y el proceso creador del autor frente a la página en blanco.

El diario, o la forma diarística mezclada con la carneística ofrece mucha libertad, pero lo que aquí parece proponerse de Crécy es analizar la propia creación del cómic a partir de hechos autobiográficos, por lo que al final podríamos afirmar que esta novela gráfica es una obra de autoficción (al más puro estilo literario, desde Witold Gombrowicz hasta Enrique Vila-Matas) que además de contar una historia o varias, enfrenta al personaje principal con lo Otro, asimilando la situación de otredad con el proceso de escritura y de dibujo. Entonces, el cómic pasa a ser el objeto propio del discurso. Hablamos de metalenguaje.

(Reseña publicada originariamente en www.deriva.org).

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