domingo, 12 de marzo de 2023

Jeanne Dielman o el vacío de la rutina



Una mujer cualquiera, en una ciudad cualquiera. Por ejemplo, Jeanne Dielman, en la ciudad de Bruselas, años 70.

Jeanne tiene un hijo adolescente y todas las mañanas se dedica a limpiar la casa, a hacer la compra, cocinar: proveer.

Por las tardes, recibe hombres con los que realiza servicios sexuales. Ama de casa por las mañanas, prostituta por las tardes. Por las noches, cena con su hijo y hablan de la familia, de la tía que emigró a Canadá o del marido que murió. Aunque también callan.

Rodada con frialdad, gracias a los largos planos secuencia que muestran escenas cotidianas, banales. Sin apenas diálogos. Sin apenas personajes.

Narrar esa cotidianidad, ese aburrimiento, es estrictamente necesario para transmitir la abulia, el vacío existencial de la protagonista, para mirarnos a nosotros mismos. Para reflexionar sobre cómo la rutina nos atrapa y nos engulle.

La película es una muestra de cómo el espacio y el tiempo nos abarcan y nos limitan.

En esos planos frontales de la protagonista en la cocina, pelando patatas, sintiéndose atrapada, también está Qué he hecho yo para merecer esto, dirigida por Pedro Almodóvar. El ritmo pausado, los planos generales y estáticos, y la narración de “en medio”, son una escuela para realizadores como Jim Jarmusch o Gus Van Sant.

Akerman narra donde otros cortan. Su contradiscurso es una poética de la intimidad, de las pequeñas cosas. 

En estos tiempos que corren, donde todo es velocidad y verborrea vacía, una película como Jeanne Dielman, 23 quai du Commerce, 1080 Bruxelles es toda una obra de resistencia. Resistencia al consumismo, al capitalismo, al machismo, a la velocidad que nos roba nuestra esencia. Un cine de la mirada, no un cine de acción.

(Jeanne Dielman, 23 quai du Commerce, 1080 Bruxelles, dirigida por Chantal Akerman, Bélgica, 1975. Puede verse en Filmin).


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