miércoles, 10 de diciembre de 2025
martes, 2 de diciembre de 2025
Japanese Breakfast: "The Body Is A Blade"
(Japanese Breakfast: "The Body Is A Blade", Soft Sounds from Another Planet, 2017).
martes, 25 de noviembre de 2025
Batman Arkham City o el cómic de terror poético
Normalmente, no soy muy fan de cómics y películas de superhéroes, pero como en todo, hay excepciones. Hay obras de Daredevil tanto en historieta como en cine que superan con creces los paradigmas consumistas y efectistas de Marvel; en este sentido, cómics como Daredevil: Born Again, Daredevil: El hombre sin miedo o Daredevil Amarillo, así como la serie de Netflix (que estoy viendo actualmente) indagan y profundizan en algunos personajes como el propio Daredevil, Karen o Foggy, y muestran una realidad compleja alrededor de ellos. Además, tanto los tebeos citados como la serie, incorporan un gran trabajo artístico gracias a las ilustraciones en los cómics, y la iluminación y la fotografía en la serie cinematográfica.
Otro caso que me parece paradigmático de este tipo de obras es el de Batman, seguramente el personaje de DC Comics que más y mejor suerte ha tenido en su expansión a otros medios, como los videojuegos (con la trilogía de Batman Arkham o la aventura gráfica Batman The Telltale Series) y el cine (la trilogía de Christopher Nolan o las obras de Tim Burton son claros ejemplos). Hay tebeos que constituyen obras maestras del noveno arte más allá del género "cómic de superhéroes". Algunos títulos, como Batman, Año Uno, de Frank Miller y David Mazzucchelli, Batman El regreso del Caballero Oscuro de Frank Miller y Klaus Janson o Batman: El largo Halloween, de Jeph Loeb y Tim Sale suponen cómics que por razones diversas superan esa etiqueta que simplemente acota sus publicaciones a "superhéroes". Una de las obras más impactantes del hombre murciélago (y de los cómics en la brillante década de los 80) es Batman: Arkham Asylum, de Grant Morrison y Dave McKean.
Lo primero que llama la atención de este cómic es su fuerza visual, que en muchos casos se sale de lo habitual en el mundo de la historieta, ya que se dan una gran diversidad de recursos artísticos. Muchas de las páginas combinan viñetas tremendamente verticales con otras más abiertas en las que apenas se diluyen las caras y las figuras y casi tenemos que adivinar qué se está representando. En ocasiones, esas viñetas tienden a la abstracción, y apenas quedan los colores y los trazos impregnando sensaciones y movimientos.
Esa expresividad, que en muchos casos tiende a la hipérbole, es una muestra del enorme trabajo de McKean en el dibujo y la técnica del collage, y en muchos momentos pareciera que estamos ante una serie de cuadros, más que viñetas. En general es una obra muy poética, ya que sobresale lo sensorial por encima de la narratividad. Por momentos, Arkham Asylum tiene más del Allen Ginsberg de Aullido o Kaddish o de Edgar Allan Poe que de los Batman "de toda la vida". Poesía, terror, y un sinfín de referencias explícitas e implícitas, que van desde Alicia en el país de las Maravillas, de Lewis Carroll hasta El corazón de las tinieblas, de Joseph Conrad.
Arkham Asylum es un ejemplo de un cómic de superhéroes que es otra cosa. Posiblemente Morrison y McKean aprovecharon el tirón del personaje para precisamente narrarlo desde otros prismas, pero lo mejor de todo es que fue un rotundo éxito, tanto de ventas como de crítica y a día de hoy sigue siendo un tebeo innovador y lleno de sorpresas.
Por último, resulta una experiencia sugerente leer esta obra y jugar al videojuego Batman Arkham Asylum, ya que aunque parece partir de la misma idea, tanto su narrativa como sus trasfondo resultan muy diferentes. Ahí se pueden tender relaciones intermediales bien interesantes entre ambas propuestas.
sábado, 15 de noviembre de 2025
Ocean Vuong: "Suave patria"
Suave patria
Chíngatelos, compa. Tú entra
y enséñales quién manda. Te los llevaste
entre las patas en el show. No, estabas hasta la madre. No,
la partiste. Te pasaste de verga. Les dimos
hasta por debajo de la lengua. Mi hijo es una bestia. Arrasa
con las chicas. Donde pone el ojo pone la bala. Le montó
una barriga. A una rubia buenota. Vamos a darles
en toditita su madre. Vamos a levantarnos a la güera. Vamos a
darle a ese putito un asado de palo. Vamos a cogérnoslo hasta hacerlo pulpa.
Esa chica está bien mami. Allá abajo era una batalla campal,
eso era Nam. Igual se la meto hasta el fondo. La dejo
bien jodida. Me estoy partiendo. Me estoy muriendo de risa. De verdad
acabaste con ella. Oye, me estás matando.
Güey, de verdad, estoy muerto.
Old Glory
Knock ‘em dead, big guy. Go in there
guns blazing, buddy. You crushed
at he show. No, it was a blowout. No,
a massacre. Total overkill. We tore
them a new one. My sons’s a beast. A lady
-killer. Straight shooter, he knocked
her up. A bombshell blonde. You’ll blow
them away. Let’s bag the broad. Let’s spit-roast
the faggot. Let’s fuck his brains out.
That girl’s a grenade. It was like Nam
down there. I’d still slam it though. I’d smash it
good. I’m cracking up. It’s hilarious. You truly
murdered. You had me dying over here.
Bro, for real though, I’m dead.
(Ocean Vuong: El tiempo es la madre. Vaso Roto. 2023. Traducción de Elisa Díaz Castelo).
viernes, 7 de noviembre de 2025
Virginia Woolf: Un cuarto propio
¿Por qué los hombres bebían vino y las mujeres agua? ¿Por qué un sexo era tan adinerado y tan pobre el otro? ¿Qué influencia ejerce la pobreza sobre la literatura? ¿Qué condiciones requiere la creación de obras de arte? -mil preguntas me acosaban a un tiempo-. Pero yo precisaba contestaciones, no preguntas; y una contestación era imposible sin consultar a los eruditos y a los imparciales, que se han elevado sobre la disputa de lenguas y la confusión de estar en un cuerpo y han publicado el fruto de su razonamiento y de sus buscas en libros que se pueden conseguir en el Museo Británico. Si la verdad no está en los anaqueles del Museo Británico, ¿dónde, me pregunté, tomando una libreta y un lápiz, estará la verdad? Así pertrechada, así interrogativa y esperanzada salí en busca de la verdad.
(Virginia Woolf, Un cuarto propio, 1929. Traducción de Jorge Luis Borges).
martes, 21 de octubre de 2025
martes, 14 de octubre de 2025
Sirât o el descenso a los infiernos
Lo primero que se me ocurre tras ver Sirât, es que Óliver Laxe es heredero de Andrei Tarkovsky. Su cine es atmosférico, denso y poético, como ocurre con la filmografía del autor de Stalker. Su propuesta es sugerente a la vez que intensa.
Sirât es muchas cosas, pero sobre todo, se trata de un filme poético y político. Poético ya desde su comienzo con una bella cita que avisa a los espectadores de que la obra que se va a visionar no va a ser un viaje cómodo, como tampoco lo será para los protagonistas: "Existe un puente llamado Sirât que une infierno y paraíso. Se advierte al que lo cruza que su paso es más estrecho que una hebra de cabello, más afilado que una espada".
Como en El espejo, de Tarkovsky o como en Dead Man, de Jim Jarmusch, la historia que se narra es eminentemente poética. ¿Es una historia real, una pesadilla o una alucinación? Porque el viaje de los protagonistas no solo es un viaje exterior, también es un viaje interior. Las cosas que suceden también pueden entenderse como una metáfora de lo que les ocurre o les puede ocurrir a los personajes interiormente.
Sirât también es un filme político, porque muestra a unos outsiders, unos inadaptados que buscan su lugar en el mundo, un mundo que los expulsa por ser diferentes (como se ve reflejado en la escena en la que los militares los echan en medio de una rave en el desierto). Ellos quieren vivir ajenos a la guerra, al conflicto constante, al mundo que se rige por la violencia. Ellos quieren vivir de otra manera. Las raves y la música techno conforman una comunión de ruido que los lleva hacia el vacío del desierto, ajenos al ruido del mundo, huyendo del vacío de una sociedad que se devora a sí misma.
También se puede ver Sirât como una suerte de western poético donde los salvajes paisajes del desierto acaban modificando a los personajes. Los raveros son cowboys que viajan en caravana por el desierto marroquí, buscando su paraíso. Mas no hay paraíso, porque su búsqueda, tiene, como decía la hermosa cita que abre la película, grandes riesgos. ¿Es, entonces, el propio viaje, el sentido de la vida?
Como en un buen western, se funden la violencia, la búsqueda de un fin, el viaje al filo del abismo, los vínculos de la amistad. Por cierto, varios de estos ingredientes estaban ya en Mimosas, otro western magrebí dirigido por Laxe en 2016.
De manera similar a la poesía de Ginsberg o de Plath, Sirât es eminentemente sensorial: el sonido y las imágenes forman un todo que se respiran, o más bien, hacen respirar a los personajes. Yo diría que más que respiración, es el sistema nervioso de los personajes, casi un síntoma de lo que va a ir ocurriendo en ese viaje extraño y profundo. Como ocurre cuando leo a Ginsberg o a Plath, mi corazón bombea al ritmo de las líneas/escenas. A todo ello contribuye enormemente el músico y arquitecto sonoro Kangding Ray.
Sirât es dos (o tres) películas en una. La que cuenta un viaje de un padre y su hijo pequeño buscando a su hija/hermana mayor, perdida hace tiempo en los trances del desierto; la que habla de un grupo de marginados o freaks que se adentran en el filo del abismo y sus riesgos; pero también es un viaje interior que muestra el duelo, el miedo, la incertidumbre, el absurdo y el vacío de la vida (y la muerte). En este sentido, me ha recordado algo a Gerry, de Gus Van Sant. Personajes perdidos en el desierto que se ven inmersos en una experiencia extrema, buscando algo que tal vez no saben nombrar, pero que (tal vez) está dentro de ellos.
Otro de los intereses de la película es la muestra de las raves clandestinas en medio del desierto, vistas como "desviaciones" o heterotopías, ya que constituyen lugares al margen de lo establecido por la sociedad, pues están fuera de todo lugar (y del tiempo).
¿Es Sirât un mal viaje? ¿Es un ejercicio de catarsis? ¿Un descenso a los infiernos? Sobre todo, es una experiencia sensorial, sinestésica, puro trance.
(Sirât, dirigida por Óliver Laxe. España, Francia, 2025).




