Sonic Youth es de los poquísimos grupos que trascienden más allá de su música. Por si hubiera dudas, la exposición “Sonic Youth etc.: Sensacional Fix” en el Centro de Arte Dos de Mayo de Móstoles (Madrid) deja claro que el grupo neoyorkino ha dialogado siempre con numerosos lenguajes artísticos, como el videoarte, la pintura, la poesía, el cómic o la performance. Obviando que algunos de los componentes de este grupo estudiaron Bellas Artes, es importante comprobar in situ cuáles han sido las influencias artísticas –más allá de las puramente musicales- que han ido ayudando a configurar su personalidad.
Enmarcados en el punk rock y la no wave de principios de los 80, Sonic Youth comenzaron su carrera articulando un sonido heredero de estos estilos. El ruido, o lo que es lo mismo, estructuras rotas o destruidas, energía e intensidad, melodías interrumpidas por perturbaciones. Y durante toda su carrera, los creadores de álbumes como Sister, Daydream Nation, Goo o Experimental Jet Set, Trash And No Star han desarrollado distintas variaciones del ruido incorporado a la música. Decían los formalistas rusos que el error podía abrir nuevas vías de expresión e innovación. El ruido puede ser muchas cosas, para la mayoría de la gente será una molestia, pero para Sonic Youth puede tratarse de una variación, de una posibilidad de acoger nuevas estructuras rítmicas y sonidos, además de provocar reacciones en el público. No solo como una forma musical, sino también como una forma ética ante la sociedad de consumo casi siempre plana y conservadora.
Esta exposición supone una muestra de las inquietudes y colaboraciones artísticas del grupo neoyorkino (más de 150 artistas están presentes en la exposición, desde Allen Ginsberg hasta Dan Graham o Barbara Ess). Pero además, hay otro componente de la exposición que aumenta el interés de la misma: el papel del espectador y el diálogo que éste mantiene con las obras expuestas. En el espacio creado por el comisario holandés Roland Groenenboom, el espectador puede y debe interactuar con las obras, lo que en sí mismo constituye una crítica a la idea tradicional de museo donde el distanciamiento entre obra y espectador supone una imposibilidad en la comunicación. Algunos ejemplos: un karaoke “al revés”, donde un grupo de amigos puede grabar canciones (batería, guitarra y bajo) acompañando a la voz de Kim Gordon; un banco colgado de unos cables que a su vez están unidos a unos altavoces, y el contacto con él permite experimentar distintas vibraciones o ruidos; una sala donde el suelo está lleno de vinilos y el visitante, con sus pisadas, altera la superficie del disco, repercutiendo en la música que después podrá escucharse del propio disco, siempre con variaciones distintas.
Tanto por la nómina de artistas, como por la fusión de lenguajes, se trata de una exposición monstruosa.
Lee Ranaldo, Steve Shelley y Enrique Morente en la inauguración de la exposición "Sonic Youth etc.: Sensational Fix" en el CA2M de Móstoles, Madrid, febrero de 2010.
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