Abro el vientre de los pájaros para poder soñar, todo revolotea en derredor.
Mi oficio, por el que soy perseguido, me multiplica en todas partes. He visto las cruces y las hogueras durante los tiempos oscuros, y es ahora la ciencia, tu ciencia exacta, quien me condena a vagar como piedra de nieve entre el fuego destructor.
Te burlas de mi magia y no la entiendes, hombre máquina, ¿no ves cómo se extiende? Jamás se condenó al bufón blanco a las llamas, sólo por ello te permito la risa que me libra de tu luz:
Mi magia está hecha para el ciego.
*
I –Quien piensa una realidad separada de la ficción muestra su incompetencia para la vida; esa dicotomía resulta correlato de conflicto cuerpo-alma. ¿Es que acaso puede darse lo uno sin lo otro? La realidad y la ficción son cara y cruz de la misma moneda; se pagan simultáneamente, y se dan en comunicación. No son ni pueden ser escindidas. Cualquier percepción que excluya a la otra se hace incompleta.
B –El dispararme en la cabeza, ¿cómo?, si no sé dónde tengo la cabeza.
*
¿Qué hora es? Pregunta la nieve del lienzo. No sé responder. Me marcho. Cada mañana la nieve pregunta ¿qué hora es? Y el cuadro sigue vacío. Sin poder pintar el frío paseo hacia la muerte cada tarde; allí renacen las presencias y sus almas, preguntan en silencio por mí.
Estoy.
Y mi esposa espera en casa la noche en la mañana naciente del sol sangre. Y yo siempre me retraso porque jamás sé qué hora es la nieve y no quiero pintar sangre en el frío.
No me he vuelto loco, las horas nievan.
*
BRÜCKE
(I)
Hemos dejado atrás la orilla de la isla para adentrarnos en su origen, la mar más oscura. Crueldad, miedo y dolor han asesinado nuestra utopía y su fe. Todo ideal ha sido estrangulado bajo el mar y nuestra barca yace a la deriva en océanos de muerte. La guerra nos desnuda y nos fornica su cobardía bajo la piel.
A mí sólo me queda traicionar nuevamente a mi amada para ganar algo de tiempo a la inminencia de la muerte. Ella primero vendió su cuerpo por mi alma, y ahora venderá su alma por mi cuerpo a los soldados. Yo la traiciono sin remilgos: en la muerte ella se va pero se queda en mí.
(Óscar Curieses, Dentro, Ed. Bartleby, 2010).
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