viernes, 11 de julio de 2025

Septología, de Jon Fosse




Septología es uno de los libros que más me ha impactado en años. Hasta ahora, lo que más me atrae de Jon Fosse (he leído dos novelas: Trilogía y Septología), no es ni sus historias o tramas (que también), ni sus temas (que también), sino su prosa.

No es fácil escribir con un lenguaje tan sencillo y “de andar por casa” y que se generen tantas conexiones en el lector. Por un lado, Fosse logra crear un ritmo que envuelve al lector, lo atrapa hacia dentro del propio protagonista, aunque no me parece que sea de agrado para todo el mundo, pues habrá algunas personas que seguramente sientan desidia ante tanta densidad. De hecho, hay lectores que me han dicho que se les ha hecho pesado y sentían que no avanzaban. Pero también hay otros que, como yo, se han visto envueltos por su magma.

Pocas veces una obra literaria utiliza el lenguaje como lo hace el autor noruego en Septología. Fosse escribe de manera simple, con un léxico que podría utilizar cualquier persona media; sin embargo, su secreto está en la gramática, en cómo la sintaxis se flexibiliza y se repite, de la misma manera que se repiten los segundos, los minutos y las horas de un día cualquiera. Las oraciones se ordenan y desordenan para estirarse, encogerse, hacer círculos concéntricos, volver a estirarse, generar desvíos y luego volver a organizarse a base de repeticiones, algunas incluso muy seguidas. Este vaivén, ese movimiento sintáctico va generando un ritmo, una musicalidad que se ajusta con tu respiración (también con tus pensamientos, con el flujo de conciencia). Las recurrencias en Septología generan bucles, ritmos llenos de vida. Lo que podría ser aburrido (en realidad lo es), se convierte en algo esencial, porque la prosa de Fosse respira por sí misma, es lo más parecido que he leído (tal vez junto a Aullido de Allen Ginsberg o Las olas de Virginia Woolf) a bucles de respiración transformados en palabras, donde además se da una confusión de tiempos verbales que funde momentos temporales distintos, jugando con el presente y el pasado (p. 561):

(...) rezo, y miro las olas y veo a Asle sentado en una mesa del Hotel y ya se ha acabado la cerveza y ahora busca con la mirada a esa chica que atiende la recepción y no es mucho mayor que él, y por lo visto es hija de los dueños del hotel, según Sigve, y Asle quiere pedirle cerveza y pronto llegará Sigve, piensa Asle, y yo retiro el brazo de los hombros de Ales y le digo a Ales que voy a bajar un rato a casa de Åsleik y entonces Ales dice que ella siempre está conmigo, siempre está cerca de mí, esté yo donde esté, dice, y pienso que ya es hora de coger el coche y bajar a casa de Åsleik y aunque no tengo mucha hambre las costillas estarán buenas, hace mucho que no como costillas de cordero, y Åsleik es muy buen cocinero, pienso, y me levanto del sillón, pienso, y me pongo la chaqueta de pana negra y me cuelgo el bolso (...)

En este sentido, ¿no es la vida de la mayoría de los mortales un eterno bucle o una repetición de pequeños bucles? ¿Segundos que se convierten en minutos, minutos que se convierten en horas, y horas en días, días en semanas, meses, años? ¿No vivimos la mayoría un día de la marmota tras otro día de la marmota con pequeñísimas variaciones? ¿No nos narramos nuestras peripecias, deseos, anhelos y frustraciones mientras miramos por la ventana o esperamos en la cocina que el café esté recién terminado?

Hay algo especial en el ritmo que crea Fosse y que parece novedoso, y, sobre todo, genuino. Porque no es fácil escribir así, con tantas pequeñas variaciones que oscilan, que se acumulan en pequeños detalles y crecen por acumulación. Y eso que lo he leído en español. ¿Cómo será la experiencia de leerlo en noruego, el idioma de Fosse? Porque esa prosa rizomática y repetitiva genera un efecto envolvente a modo de mantra. Es un mantra que, casi sin darte cuenta, acabas repitiendo en tu cabeza, porque acabas asimilándote con la prosa envolvente del autor noruego y llega un momento en que no lees a Fosse, no lees Septología, sino que la escribes tú, te lees a ti mismo o a ti misma.

Otro de los rasgos llamativos de la novela de casi 800 páginas es que no tiene un solo punto. Se podría decir que es una concatenación de oraciones subordinadas y coordinadas, unidas por conjunciones y conectores, si bien en ocasiones hay cierta “trampa” y donde debería haber un punto y aparte nos encontramos con forzadas conjunciones como “y”. Aun así, esta licencia no quita mérito al empeño de crear un lenguaje sencillo y cotidiano a la vez que complejo por cuanto tiene de plasticidad, de densidad y de recurrencias. Sin embargo, Fosse es honesto, no busca extender de manera artificial o forzada lo que ocurre mientras Asle, el protagonista, se dirige al baño y es invadido por sus recuerdos. Se muestra lo que pasa por la cabeza de Asle a modo de monólogo interior, de flujo de conciencia, y eso aburrirá a muchos. Pero el mérito está en contar una historia siete veces, pues las siete novelas (o capítulos) comienzan igual; bueno, casi igual, y ahí viene uno de los núcleos sobre los que pivota la novela. La repetición se hace al principio algo pesada, pero después se transforma en necesaria, porque al leer somos Asle y queremos dilucidar, buscamos perdernos en las divagaciones que son como las nubes que pasan, como las olas que van y vienen y con su ritmo oscilante generan un ruido que resuena a la vez que vamos leyendo. Esos siete comienzos son casi idénticos, pero tienen pequeñas diferencias. Fosse deconstruye a Asle, su personaje principal, y lo dibuja hasta siete veces, pero con ligeras variaciones. ¿Son siete versiones de Asle? ¿Siete historias sin apenas cambios? Se podría decir que sí. Entonces, ¿para qué, con qué sentido se repite el comienzo y tantas situaciones y frases? Por si fuera poco, podríamos considerar que su amigo Asle, que es ingresado en un hospital debido a su alcoholismo, es su dopplegänger o en todo caso, el personaje en quien se habría convertido si Asle, el protagonista, no hubiera dejado la bebida. Puede entenderse que esas variaciones son caminos paralelos, ensoñaciones, vidas alternativas (de una manera similar, salvando las distancias, a los dopplegänger de Cooper en Twin Peaks). Los juegos de espejos, de nombres, de personajes, ofrecen distintas posibilidades (también parece haber un juego especular con hermana de Åsleik y con Guro). No es casualidad que la novela se divida en tres partes tituladas “El otro nombre”, “Yo es otro” y “Un nuevo nombre”. Veamos un ejemplo de esta prosa repetitiva y obsesiva al comienzo de los capítulos I y V:

Y me veo de pie, mirando el cuadro con las dos rayas, una morada y una marrón, que se cruzan en medio, un cuadro alargado, y veo que he trazado las rayas despacio y con un óleo espeso, y se ha corrido, y donde se cruzan la línea marrón y la morada el color ha producido una bella mezcla que corre hacia abajo y pienso que esto no es un cuadro, pero que al mismo tiempo el cuadro es como debe ser, está terminado, no cabe hacer más, pienso, y tengo que apartarlo, no quiero tenerlo más en el caballete, no quiero seguir mirándolo, pienso, y pienso que hoy es lunes y que tengo que dejar el cuadro con los otros cuadros en los que estoy trabajando, pero que aún no he terminado, los que tengo colocados con el bastidor hacia fuera entre la puerta de la alcoba y la de la entrada, debajo del gancho del que cuelga el bolso marrón de cuero... (pág. 13).


*


Y me veo de pie, mirando el cuadro de las dos rayas que se cruzan más o menos por el medio, y es por la mañana y hoy es jueves y he hecho fuego en la estufa y la sala está empezando a caldearse, y ayer fui a Bjorgvin en el coche y entregue los cuadros a Beyer, pienso, y me noto agotado y estoy de pie junto al caballete, mirando las dos rayas que se cruzan más o menos por el medio, una morada y otra marrón, y pienso que este cuadro no me gusta, porque yo no soporto los cuadros que pintan los sentimientos de frente, aunque yo sea el único que lo sepa, no es así como pinto, no es así como quiero pintar, porque el problema no es que el cuadro esté lleno de sentimientos, sino que los sentimientos aparezcan pintados en forma de gritos, chillidos y llantos, pienso, y pienso que esto es sencillamente un mal cuadro, pero al mismo tiempo es como deber ser... (pág, 481).

Esta narrativa rizomática y acumulativa crea un extrañamiento que funciona, porque genera resonancias internas en la historia, donde al confundirse en ocasiones los personajes, también se funden, creando un todo compacto y paradójico. Todo ello contribuye a no tener del todo claro una interpretación definida, pero la trama de Asle es sencilla, de manera que más que la historia, lo que importa es cómo se construye todo el discurso y cómo resuena en cada lector. También se proyectan recuerdos desde el presente, al fundir las coordenadas espacio-temporales, ofreciendo una sensación de flexibilidad de la historia, de atemporalidad, que además se intensifica, de manera similar al cine de Tarkovsky.

También me ha recordado a algunas películas de Hong Sang-soo, pues la novela de Fosse propone distintas variaciones sobre un mismo hecho, aunque en el autor noruego se trata más de una narración por acumulación (con ligeras variaciones), que por disrupción, como en el caso del cineasta surcoreano (en películas como The Power of Kanwong Province o Introduction).

La novela de Fosse es un testimonio de una vida, un intento de dar sentido al narrar. En un momento hacia el final de la novela, Asle nos cuenta una conversación con Åsleik: “sobre el mar y el cielo, sobre la vida y la muerte, nadie puede decir nada con certeza (...) y si antes de nacer eras algo en esa oscuridad, y si te conviertes en algo allí después de morir, sobre eso nadie puede decir nada, ni saber nada, así que para él lo único posible es el asombro” (pág. 758). Por eso, lo que ocurre en medio de esa oscuridad del antes y el después, puede no tener sentido. Por eso, Asle intenta buscar al menos un sentido al narrarse, al narrarnos su cotidianidad. Pero hay un problema, y ahí es donde reside el sentido filosófico que también tiene Septología. Parece que Asle, como se ve hacia el final de la novela, ha dejado de tener ganas de pintar, que además de su sostén económico, es su manera de vivir. ¿Ha dejado de sentir “asombro”? ¿Qué significa semejante circunstancia? ¿Es un signo de la vejez, de la depresión, del nihilismo? Si antes de nacer solo hay oscuridad y después de morir, también, ¿qué ocurrirá ahora? ¿Cómo seguir viviendo cuando todo es oscuridad, o en todo caso, no hay asombro por vivir? Vivir es narrar lo que hay en medio. Y Septología ha narrado la vida de Asle en casi 800 páginas.

(Septología, de Jon Fosse. De Conatus, 2023. Traducción de Cristina Gómez Baggethum y Kristi Baggethum).



sábado, 5 de julio de 2025

Muriel Rukeyser: "La carretera"




La carretera


Estas son las carreteras que has de tomar cuando pienses en tu país 

y recuperes los mapas de nuevo, interesado,

llames al estadístico, le preguntes al buen amigo,


leas los periódicos con indagación matutina.

O cuando te pongas al volante y las luces pequeñas

elijan reloj y gasolina; y las luces delanteras


indiquen un futuro de carretera, mientras tu deseo persigue

más allá de la intersección, del desvío, de la estación suburbana,

la transitada autopista de seis carriles diseñada para tu seguridad.


Más allá de la influencia de tu alta y céntrica ciudad, 

fuera de su cuerpo: tráfico, multitudes en penumbra,

son centros desplazados y sólidos, luchando por una buena razón.


Estas carreteras te llevarán al interior de tu propio país.

Elige las cordilleras, remonta los ríos,

atraviesa pasos. Toca West Virginia donde


el Midland Trail deja atrás el horno de Virginia,

el hierro de Clifton Forge, el hierro de Covington, baja

al próspero valle, resorts, el hotel de caliza.


Pilares y calle; spa; White Sulphur Springs.

Aeropuerto. Caras animadas, inexpresivas, ricas, deseando dotar

de historia al salón de baile, de tradición al primer tee.


Las montañas simples, abruptas, oscurecidas de pinos

en el clima repentino, húmeda irrupción de primavera;

cortadas al través por la nieve, el viento azota la ladera de las colinas.


La tierra aquí es feroz, escarpada, erguida contra la nieve,

los ríos y la primavera. KING GOAL HOTEL, Mirador,

y cogiendo la curva brutal, el barranco del New River.


Ahora el fotógrafo saca cámara y maletín,

sondeando el paisaje profundo, sigue el descubrimiento

viendo a través del vidrio esmerilado una imagen invertida.


John Marshall nombró la roca (pinares escarpados, un desplome

que exploró en 1812, denominada) Marshall’s Pillar,

y aun luego, Hawk’s Nest. Aquí está tu carretera, te une


a sus significados: barranco, peñasco, precipicio.

Comprimido ahí abajo, el duro río de piedras verdes

se abre camino veloz y directo hacia el pueblo.


(Muriel Rukeyser: “La carretera”, U.S.1. El libro de los muertos. Música nocturna. Dos travesías. Ultramarinos, 2022. Traducción de Ruth Llana).

*

These are roads to take when you think of your country
and interested bring down the maps again,
phoning the statistician, asking the dear friend,

reading the papers with morning inquiry.
Or when you sit at the wheel and your small light
chooses gas gauge and clock; and the headlights

indicate future of road, your wish pursuing
past the junction, the fork, the suburban station,
well-travelled six-lane highway planned for safety.

Past your tall central city’s influence,
outside its body: traffic, penumbral crowds,
are centers removed and strong, fighting for good reason.

These roads will take you into your own country.
Select the mountains, follow rivers back,
travel the passes. Touch West Virginia where

the Midland Trail leaves the Virginia furnace,
iron Clifton Forge, Covington iron, goes down
into the wealthy valley, resorts, the chalk hotel.

Pillars and fairway; spa; White Sulphur Springs.
Airport. Gay blank rich faces wishing to add
history to ballrooms, tradition to the first tee.

The simple mountains, sheer, dark-graded with pine
in the sudden weather, wet outbreak of spring,
crosscut by snow, wind at the hill’s shoulder.

The land is fierce here, steep, braced against snow,
rivers and spring. king coal hotel, Lookout,
and swinging the vicious bend, New River Gorge.

Now the photographer unpacks camera and case,
surveying the deep country, follows discovery
viewing on groundglass an inverted image.

John Marshall named the rock (steep pines, a drop
he reckoned in 1812, called) Marshall’s Pillar,
but later, Hawk’s Nest. Here is your road, tying

you to its meanings: gorge, boulder, precipice.
Telescoped down, the hard and stone-green river
cutting fast and direct into the town.

martes, 24 de junio de 2025

El sur, de Adelaida García Morales

 




Es curioso cómo aquello no visible, aquello que no existía realmente, me hizo vivir los momentos más intensos de mi infancia.


*


De pronto comprendí que existía un mundo especial sólo para nosotros dos.


*


El silencio que tú nos imponías se había adueñado de nosotros, habitaba en la casa, como uno más, denso como un cuerpo. Aprendí a vivir en él y sería injusto no añadir que si he llegado a conocer alguna felicidad real ha sido precisamente en el silencio y la soledad más perfectos.


(Adelaida García Morales, El sur seguido de Bene. Anagrama).

martes, 17 de junio de 2025

Lo que arde, dirigida por Oliver Laxe

 



Todo lo que arde está fuera (y también está dentro).

Un hombre, una anciana, una montaña.

La dura vida en la montaña.

Lo que no se cuenta es lo que arde por dentro. Las miradas. Los silencios.

Lo que se cuenta, es lo que se ve, lo que se oye, pero también lo que no.

Los incendios arrasan con todo. Los árboles, las casas, los caballos. El pasado y el futuro.

Los silencios también pueden quemarlo todo.

Lo que arde es una experiencia sensorial, un acto poético a la vez que un documento. Pero también es una experiencia espiritual.

Sol y pena, atardeceres y castigos. Luz, locura, incomprensión. Crueldad y belleza.

Lo que arde es la vida.


(Lo que arde -O que arde-, dirigida por Oliver Laxe. España, Francia, Luxemburgo, 2019).

miércoles, 28 de mayo de 2025

Carlos Edmundo de Ory: "Fantasías acerca de mi arte"


Fantasías acerca de mi arte


Nunca espero hacer un verso

ni en invierno ni en verano

Como un niño con mocos

me caen del alma cítaras

Me duele el corazón de ser un genio

Me escondo en algún sábado

y escribo con mi escob

en un rincón de ala de alguna mariposa

Mi poesía no sale por la puerta de todos

sale por la rendija del mundo

por las alcantarillas del siglo

por las uñas de un criminal arrepentido

Vamos a la cama vamos a jugar a las tinieblas

Vamos a soñar con un perfil de lobo


Lector te entregaré mi espalda de dos fuegos

un hombro mío soporta un alfiler

el otro hombro puso un anuncio en el periódico


(Carlos Emundo de Ory: Música de lobo. Antología poética (1941-2001). Galaxia Gutenberg).

martes, 20 de mayo de 2025

Exposición de Fuencisla Francés

 


La exposición “Procesos, ritmos y vibraciones”, de la artista plástica Fuencisla Francés es una muestra de su obra, basada, sobre todo, en la experimentación con formas, texturas y materiales, a través de una obra pictórica y escultórica, donde también juega con las instalaciones y la intervención en el espacio (vertical y horizontal). Francés deconstruye fragmentos de sus lienzos para reconstruir otros lienzos e incluso expandirlos por murales. Tanto los cuadros, como las esculturas y las instalaciones, destacan por su expresividad. Los colores fríos y las composiciones rítmicas generan sensaciones diversas, y ese me parece uno de los mayores atractivos.

Se expone en el museo de Arte Contemporáneo Esteban Vicente de Segovia hasta el 1 de junio. 

Más información: aquí. Hasta el 1/06/25.









miércoles, 14 de mayo de 2025

Irene Vallejo: contar historias



Nacemos completamente indefensos y nuestra infancia es más prolongada que la de ningún otro animal. Hasta un virus minúsculo nos pone en peligro. Sin embargo, la brisa de una cualidad asombrosa nos ha impulsado hacia un desarrollo inesperado, hacia un imprevisible progreso. Esa facultad es nuestra imaginación, que, aliada con el lenguaje, nos permite soñar lo inconcebible, colaborar y fortalecernos unos a otros. Somos la única especie que explica el mundo con historias, que las desea, las añora y las usa para sanar.


(Irene Vallejo: Manifiesto por la lectura. Siruela. 2020).

martes, 6 de mayo de 2025

El próximo otoño, dirigida por Antxon Ezeiza


 

Un joven marinero conoce a una chica francesa que veranea en su pueblo. Él, que se está planteando meterse a seminarista, se enamora de ella. Ella, que estudia en la universidad en París, quiere tener una aventura para pasar un verano entretenido. Mientras se conocen, el pueblo comienza a vislumbrar los primeros pasos hacia la construcción de hoteles y urbanizaciones, lo que posteriormente se convertiría en la explotación del turismo en tantos pueblos costeros del sur de España. 

El próximo otoño, dirigida por Antxon Ezeiza (otras veces escrito como Antón Eceiza o Antonio Eceiza), habla de un amor de verano, de una relación sentimental que tiene marcada la fecha de caducidad, justo antes de comenzar el otoño. También refleja las dudas del protagonista, que no quiere sufrir un desengaño. El mundo de ambos personajes es enormemente diferente. Monique es refinada, independiente y se siente libre. Juan es humilde, inseguro y no sabe lo que quiere. Pero en realidad, la película también habla (o así puede ser entendida) de las grandes diferencias entre una sociedad democrática (Francia) y una sociedad marcada por el retraso y la dictadura (España). Monique, francesa, es admirada a la vez que repudiada por distintos pueblerinos, a los que les sorprende ver a una joven independiente, que piensa por sí misma y que es capaz de utilizar al "inocente" Juan para su propio beneficio. Sin embargo, él sueña con la libertad que viene de París... La película muestra claramente estos dos mundos diferenciados, opuestos. Juan se siente apresado, le lastran la familia y la propia inercia de la vida en un pequeño pueblo que no puede prosperar. La España franquista y mortecina, pesaba como un ancla. En el horizonte, otea el sueño, lejano, de París. Pero lo más fácil es entrar al seminario, hacer lo que se espera de él. Saber que la vida está ya decidida. El próximo verano ya no habrá verano.

(El próximo otoño, dirigida por Antxon Ezeiza. Guion de Víctor Erice, José Luis Egea, Santiago San Miguel y Antxon Ezeiza. España,1963). Ver en FlixOlé

sábado, 19 de abril de 2025

Federico García Lorca: “Noche”

http://margaritaxirgu.es/castellano/vivencia2/63lorcac/63lorcac.htm

                                               Imagen: 
http://margaritaxirgu.es/castellano/vivencia2/63lorcac/63lorcac.htm


Noche



Pueblo blanco.


Las puertas están

cerradas.


(Un grillo ondula 

su puerta sonora).


El farol 

se va con la estrella

y la estrella

se va con el cauce.


Pueblo blanco.

(Gira la veleta

del mundo).


(F.G.L.: “Noche”, en Poema del cante jondo. Romancero gitano. Cátedra).




jueves, 10 de abril de 2025

Luis Martín-Santos y la intensificación del lenguaje

 



La presencia de Blas, su golpear en hierro sobre hierro; apoyado el hierro de la herradura en el yunque de hierro; aplicado sobre el hierro de la herradura el hierro del sacabocados; golpeado el hierro del sacabocados por el hierro del martillo.


(Luis Martín-Santos: Tiempo de destrucción. Galaxia Gutenberg).